Recostada en un poste esta la Rita que todos los hombres desean con un traje negro y su escote en la espalda, fumando y ahogando sus pulmones con el humo que inhala de la nicotina…¿Quién lo diría? lo perdió todo en un abrir y cerrar de ojos, ni su dignidad le queda, porque esa se la vendió al mejor postor, al primero que le ofreció una cantidad de dinero, lo suficiente como para que no las botaran a la calle a ella y a su madre.

Rita no supo en que momento se le escapo su vida entre los dedos, ni cuando se convirtió en una puta más de la calle, una más de las que su cuerpo venden para subsistir en un país donde el empleo es para los hijos de los de corbata.

Solo hace falta con mirarla para notar su mirada ida, clavada en un mundo de fantasía, en el que ahoga sus penas y olvida cada caricia que cada tipo le da, cada beso que toca su frío cuerpo sin sentir ninguna emoción.

El amor para ella no existe, lo tiene claro ningún hombre se enamoraría de una puta y ella no violaría una de sus reglas, jamás se fijaría en uno de sus clientes. Quién se lo imaginaría tan vacía es su vida, tan solitaria, tan distinta a la de los demás, criticada por unas y necesaria para otros, así es la Rita de la calle.

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