Saliendo con mi Harley roja, modelo ’97, en realidad mi (bicicleta) playera “colorada”, que desde hace ya más de veinte años sigue fielmente mis pasos (mejor dicho mis pedaleadas). Me encaminaba hacia un nuevo recorrido,
a partir del cual redescubriera esa vieja idea que nos hace sentir que “el sur está abajo”.
Por esas circunstancias de la vida, la bici había dormido en la Villa 21, en el barrio de Barracas, lugar desde donde comenzó la odisea. Para los que no la conocen, esta locación se encuentra en el extremo sur de la Ciudad de Buenos Aires, bordeando el riachuelo, limitando del otro lado el conurbano bonaerense, más precisamente Valentín Alsina. Me madrugaba, antes de salir con destino hacia Parque Patricios, con la triste noticia de que un joven de la villa había sido asesinado por la espalda, a manos de un policía. El policía expresó en su testimonio que el joven muerto (como consecuencia de sus disparos) portaba un arma, cosa que después se supo era falso. A este caso de gatillo fácil, se sumaba el de otro pibe asesinado en La Boca, nuevamente por un policía, quien adujo: “era mi vida o la de él”, suponiendo una balacera entre ambas partes. Horas después salió a la luz un video, a partir del cual puede verse como el policía ejecuta al joven de tres balazos, siendo los últimos dos no solo innecesarios, sino que también, teniendo como único propósito asesinar al joven en cuestión, ya que el primer tiro dio en la pierna frenando a quien hasta ese momento era señalado como ladrón.
Segunda parada, el barrio de Once y cruzar la Avenida Rivadavia, implicando partir la ciudad en dos, sur y norte respectivamente, para toparme con una serie de cortes por obra, que por lo general suelen enojar al común de los transeúntes, no sería este el caso mío, ya que dichas interrupciones me permitieron evitar el paso fluido de los automóviles y el constante freno de los semáforos. Pasar del siempre postergado Sur de la Ciudad al, constantemente innovado y lleno de grandes obras, norte de esta Gran Metrópoli me daba vuelta en formas varias.
Frenar en Recoleta, me llevaba a otra despreciable crónica, en este caso, un grupo de jóvenes rugbiers de Barrio Norte, todos bien fornidos, golpeando a traición y “valientemente”, de a veinte contra uno solo, a un joven que terminara hospitalizado, casi al borde de la muerte. En eso, no tuve mejor idea que preguntar, “qué dirián hoy los padres de esos cagones si el pibe internado hubiera portado un arma para defenderse de todos esos abusadores”. Obviamente, mi pregunta generó la indignación de quienes seguramente no dudarían un instante en justificar los asesinatos de los jóvenes de los barrios del sur primeramente citados.
A contracara de la negativa constante propiciada por la Seño Norma del 4to grado, quien efusivamente nos repetía siempre: “no se confundan chicos al mirar el mapa, ni el sur queda abajo, ni el norte arriba”, me encontré hoy en la obligación de viajar en el tiempo para decirle: “Se equivoca seño, el Sur efectivamente quedó abajo…”
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