Reseña de Media Noche

Reseña de Media Noche

Atita Mijan Gos

11/12/2018

Si no fuera porque lo viví, diría que esto es el fragmento de una vieja película de terror.

A media noche a 5 meses de que el cuerpo inerte de mi querido padre ya estuviese descansando en santa paz, empezaron a ocurrir ciertos sucesos en punto de las cero horas, justo en el callejón que conducía de la calle principal hacia el portón de la casa del mayor de mis tíos, «Tolín», y al lado contrario de éste, el portón de la mayor de las tías, » Feli». En el recorrido de entrada desde la calle se hallaba la ventana de la cocina de casa de mis padres, ahí donde empieza el escalofrío.

Exactamente a media noche, me despertó la voz inconfundible de «Flor» prima que hacía poco más de un año falleció de forma trágica y misteriosa.

Tocó las persianas y dijo:

-Hey ¡ familia, soy yo, vine a visitarlos.

Su acento tan singular, me sacudió, me erizó la piel, apreté los ojos y sentí que estaba ahí esperando que alguien se levantara por agua para beber y tuve que ser yo, la más inquisidora de la casa. Temerosa y silenciosamente saqué el agua de la garrafa y de la misma manera regresé al dormitorio; parecía estar entre la realidad y una pesadilla que me levantase por sed, sed que no sacié por lo que había escuchado, por lo que decidí hacerme la sorda y en esa fase de mi sueño creer que estaba tan consciente, que sólo era una pesadilla, que solo mi cuerpo astral era el testigo. Me fui a mi cuerpo dormido con un miedo espantoso, ya no bebí el agua, tomando en cuenta los consejos de mis tatarabuelos: «No bebas agua si te asustas, se te endulzará la sangre para siempre!».

-¡Oh Dios! ¡Qué bueno que no le respondí! , ella no debió regresar, ¿qué querrá decirnos?, ¿por qué quiso asustarme? Preguntas y razonamientos me perseguían, preferí orar y no comentar nada.

Desperté… y supe que justo el mismo día, a la misma hora le ocurrió lo mismo a la tía «Lau», quien tenía su dormitorio al lado, ya que narró algo aterrador…

-Anoche justo a media noche, alguien me tocó la ventana, me asomé y vi que era ella, me agarró la mano muy fuerte y forcejeamos, ¿me dijo que vino por mí! Fue tan real y desesperante tal pesadilla, que quiero que me cheques la presión arterial, siento que la tengo muy alta.

La tía «Lau», quien nunca se casó, por la extrañas e injustas costumbres de aquellas épocas en nuestra región, por ser la menor de las hijas mujeres, se le encomendó de parte del abuelo «Teo», que no debía casarse, ya que debía quedarse a cuidar en casa, atendiendo a sus padres y a la muerte de éstos, se encargaría de ver a sus tres hermanos menores a ella, hasta su último suspiro. Vivió sola durante muchos años, y a sus 83 años, tras depresión y tristeza por la muerte de mi amado padre, enfermó de forma repentina y sin explicación alguna por parte de los médicos.

Después dos meses, de estos sucesos de media noche, la tía Lau, dejó de existir, quedando plácidamente dormida, sin darnos tiempo de nada y sin recibir tratamiento alguno.

En sus últimas conversaciones dijo:

-ya no tengo ganas de vivir, ya cumplí lo que me pidió mi padre, ya no hay motivo para estar aquí, ya no está mi hermanito- con un suspiro profundo, lleno de nostalgia, y la mirada perdida.

Fue como oír a mi papá cuando ya se estaba despidiendo, provocando que la tía que lo debía cuidar hasta el último suspiro, se quedara con la culpa de no haber estado a su lado en su último suspiro como con sus otros hermanitos, como ella solía referirse a ellos, por haberse retirado a cenar. Ya que con sus oraciones para ayudar a alguien a bien morir, supo guiarnos en casa a saber qué hacer en la despedida inevitable de mi padre y no se perdonaba no haber estado ahí, cosa que nunca nos quiso explicar.

Dentro de lo que se cree, mito o leyenda de nuestra población, el hecho de que mi padre no pudiera cerrar sus ojos al expirar, era una señal inequívoca de que él sabía que alguien se iría después de él, cosa a mí en lo personal me mantuvo muy triste, angustiada y llena de miedo durante meses, no tenía paz aunado al dolor de su partida, pues era mi respaldo y figura paterna de mis dos hijas. Me sentía débil, sin esa fortaleza que el imponía en mi vida; hallé respuestas sabias y consuelo al leer un día las Sagradas Escrituras, al abrirla fue como si alguien quisiera que leyera justo lo que me hacía falta saber y algo inexplicable me sacó de aquel estado de temor y dolor, logrando que continuara con plena confianza en que todo estaría bien, pues contaba con un ángel que cuidaba de nosotras desde entonces.

Coincidencia o no, su hermana se fue tras suyo a quien llamaron para ver a la prima, quien tampoco se casó por la misma injusta costumbre (e. p. d.), para testificar la caída que acababa de sufrir la prima desde techo de su casa, no la movieron en lo que llegaba la ambulancia, en ese momento, las personas que estaban ahí, declararon que ella hizo un señal con la mano: para decir «eran tres». Antes de que falleciera ella tuvo un conflicto con su hermana mayor quien le deseó la muerte. Finalmente falleció en el hospital.

Quisiera saber por qué razón, la gente de este pueblo nos ha visto como “bicho raro”; seguiré indagando, y lograr conocer la raíz del desprecio hacia nuestra sangre.

Me atrevo a decir que la envidia y egoísmo en las familias, son como termitas, propias de corazones faltos de fe y amor, que corroen los sentimientos de la humanidad.

Aquí estoy dando una pequeña muestra fehaciente de la crueldad del ser humano.

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