Abro mis ojos esta mañana y veo cómo un nuevo sol ilumina y calienta mi habitación. ¿Será el mismo sol que ayer me ayudó con su brillo a sentirme vivo un día más? No lo creo. Hoy parece alumbrar más. Es como si cada día creciera y se fortaleciera en su afán de dar vida y amor.
Miro a la puerta y espero verla abrirse y a mi mami entrar. Ojalá no tarde más. Ya quiero salir a la calle y poder respirar el aire que huele a libertad.
Espero que pronto ayude a levantarme y me lleve afuera para empezar a disfrutar este nuevo día.
Hoy, como todos los días, me quedaré sentado en mi silla y espero poderme encontrar muchas flores y animalitos con los que pueda yo platicar.
Pero antes sé que me debo bañar y luego desayunar.
Voy a pedirle a mi mami que me ponga aquella playera de Pooh que mi primo Pepe me trajo de Disney. Winnie, sin duda, es mi personaje favorito, porque vive en el bosque rodeado de sus amigos, y además le encanta la miel, igual que a mí. Y hablando de miel, hoy voy a pedirle a mi mami que me haga de desayuno unos hot cakes, de esos que a ella le salen tan bien. Les pondré mucha miel, y con mi playera de Pooh, me imaginaré que soy él, disfrutando este exquisito manjar.
Cuando termine mi desayuno, mi mami me llevará al jardín y, bajo la sombra del ciprés, me dejará en mi silla un par de horas. Será entonces cuando empiece a soñar.
Ayer platiqué con muchas flores.
A las rosas rojas les pregunté si les molestaba que mi mami las cortara para adornar con ellas nuestra mesa.
– Nosotras florecemos esperando agradar a tu mami, me dijeron, y cuando nos pone en un lindo florero en el centro de la mesa, y nos permite participar en silencio de sus pláticas, nos sentimos como parte de la familia. Es bueno sentir que también nosotras podemos tener una familia.
Al girasol le pregunté por qué buscaba tanto la luz del sol.
– Es gracias a él que podemos florecer, me dijo. Él nos llena de energía con su luz cada día. Es bueno saber que todos los días contamos con él, por eso lo seguimos donde quiera que esté.
Al alcatraz le pregunté por qué permitía que el chupamirto se alimentara con su miel.
– El placer más grande de la vida está en dar, más que en recibir. Contestó. Es bueno saber que hay quien disfruta lo que tú produces, y que además puedes ofrecérselo, sin pedirle nada a cambio.
También platiqué con algunos animalitos.
A las hormiguitas les pregunté por qué trabajaban tanto y siempre lo hacían en grupo.
– El trabajo te purifica y engrandece, me dijeron, y si lo haces en grupo, además de que te lo facilita, te hace sentir parte de algo grande. Es bueno considerarse parte de una gran familia.
A un gusanito que descansaba sobre una hoja le pregunté qué esperaba allí.
– Sé que un día me convertiré en una hermosa mariposa, dijo, y entonces podré volar libre por todo el jardín. Mientras tanto, solo me puedo arrastrar muy lento. La paciencia es un don que hay que saber apreciar. Es bueno poderla valorar.
Vi entonces una abejita que revoloteaba cerca de mi brazo, y con un poco de miedo le pregunté:
– ¿Me vas a picar?
– Nosotras solo picamos a quien nos quiere hacer daño. A ti no tendría por qué enterrarte mi aguijón. Además, dejaría en ello mi vida, dijo. Nuestra misión es fabricar mucha miel que la gente pueda disfrutar. Es bueno agradar a los demás.
Vi la fuente que se encuentra en medio del jardín, y a los pajaritos que bajaban a tomar agua de ella. Al notar el chorro que salía por la parte de arriba, me acordé entonces de la canción de Cri Cri que tanto me gusta; “Allà en la fuente había un chorrito, se hacía grandote se hacía chiquito, estaba de mal humor, pobre chorrito tenía calor…” ¿Puede un chorrito de agua tener calor?, no lo sé. ¡Cómo me hubiera gustado estar más cerca de ella y haber podido platicar también con los pajaritos!, pero no me podía mover de mi silla.
Me encanta platicar con las flores y los animalitos, aunque mi mami dice que eso no es posible y que yo estoy un poco “chifladito” y que vivo en mi mundo. Entonces me pregunto si mi mundo no es mejor que el de ella. En realidad no sé si eso sea verdad, pero lo disfruto mucho.
Pienso que los mayores no siempre tienen razón. A todos los doctores que me han llevado, han dicho que mi caso no tiene remedio, y que no saben cómo sigo vivo. Claro que se lo dicen a mis papás muy bajito, para que yo no los oiga, pero mi oído es como el de “La mujer biónica”, yo creo que por eso puedo escuchar y platicar con los animalitos.
No sé si los doctores tengan razón, pero mientras tanto, yo disfruto cada instante sin parar. Agradezco a la vida todo lo que me da y al sol que cada mañana entra a mi cuarto y con su brillo me ilumina cada día más.
Me ilusiono con pensar con qué otras flores y animalitos podré hoy platicar.
Con mi playera de Winnie Pooh, me lanzo entonces a una aventura más…
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