Lo sé, perdimos tiempo. Dejé pasar valiosas oportunidades de quedarme contigo y aunque alguno que otro me lo dijo, no entendí. No sé porque no me lo comentaste, no llamaste ni pediste hablar conmigo, sé que el orgullo es propio de ti, lo he visto llegar a tus ojos y en el gesto sutil que haces al levantar la ceja; pero este no es el caso, conmigo jamás fuiste así.
Es difícil verse en este punto, no sabes cómo conté las horas para hablar contigo aquel domingo luego de la iglesia. Muy en el fondo lo sabía, me estabas dejando, te perdería. ¿Qué voy hacer con el viaje planeado? ¡Lo hablamos tanto! El Volkswagen rojo estaba listo, era fin de año, enero estaba a unos instantes de nosotros, tenía una ruta y un mapa, todo el norte del país.
Lo siento, solo es que te extraño tanto. Los veranos en la casa de campo no son los mismos, me quedo en la cocina por las tardes observando como el sol proyecta su luz sobre el horno de barro, estoy sola… y todos en la casa se encuentran en sus habitaciones, hacen su propio ruido, su propio dialecto. ¿Que puedo decir? Nosotros también hablábamos en códigos y la edad no era impedimento para tener conversaciones muy divertidas , es verdad que toda persona tiene en si fotografías mentales de momentos importantes, esos… los instantes que son únicos perduran, los otros, los que son irrelevantes con el paso del tiempo se distorsionan o en casos no aislados pero desafortunados la persona trata de olvidar. No deseo olvidar ninguno contigo.
¿Llegaste a saber cómo te conocí? Sé muy bien que me viste primero, pero nos tuvimos que separar por mucho tiempo, en ese lapso tú ya me amabas. La primera imagen que tengo de ti es con el suéter color camel, estábamos sentados frente a frente en la sala, mis padres en la cocina, me miraste y pediste mi opinión sobre alguna noticia que no recuerdo, esa fue la primera conversación fluida que tuvimos, nos llevábamos tan bien, nos parecíamos tanto. Éramos los únicos en ir a la azotea, permanecíamos horas atrapados en una conversación que empezaba por el clima y terminaba en la revolución francesa, contábamos anécdotas, nos reíamos, soñábamos con viajar a lugares donde ya tenías pasos y donde yo podía conseguir los míos, solo nos deteníamos cuando llamaban para almorzar , bajábamos al comedor en silencio luego de ser regañados, a esa hora solo nosotros quedábamos, entonces retomábamos la charla.
Sé muchas cosas sobre ti, te encantaba autodenominarte con tres adjetivos: Bohemio, romántico y extravagante y es que era verdad pues cuando sentiste que no cabías en esa vida de ¨patrón de patrones¨como la de tu padre, cogiste tus maletas un día y subiste al primer tranvía, rumbo a Dios sabe dónde. Hoy me es difícil ir a la casa, ya no subo a la azotea, ni paso por tu cuarto, almuerzo a la hora prudente con todos a la mesa y me haces falta. Nunca supiste que te escribí un poema abuelo y lo lamento; ahora que mamá Blanquita te ha llamado espero que en ese mundo al otro lado de mi mundo aún sigas viajando , bailando algún vals y recitando poesía. Te cuento que mi Volkswagen aún sigue listo y tendrás que esperar muchos años más para irnos de viaje, pero …. también guárdame un asiento en el tranvía ,siempre soñé subir a uno contigo.
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