Siempre me pregunto, ¿Quién es la mujer a la que llamo “mamá”?

Una melodía que no me atrevo a pedir. Admiro su belleza, en silencio, y no creo que ella lo fuera nunca. Cobarde. Y si no me pregunto sobre mi padre, es porque lo sé. Prefiero prolongar el dolor cuando se vaya de nuevo, de este mundo. Procesaré el luto con mejor escrutinio del dolor. Somos una obra incompleta. Somos familia, con “castillos en el aire”, para volver luego con las voces en mi cabeza, contándome historias. Aquí hay una más… Soy unánime y los detesto a todos. No más bandos en esa vieja disputa familiar. ¿Quién tiene la razón al fin y al cabo? “Todos los caminos conducen a Roma”, papá. Dice mamá como un disquito rayado. La compulsión espina a su dueño, pero las palabras se escribieron en las paredes cuando Roma ardió. No que importe ahora, pero nos veremos en uno de los círculos de Dante. ¿Adivina cuál? Me conformo con saber, ¿Quién era mamá antes que la desarmaras? Se reinventó a sí misma y no lo sé. Disimulamos, aunque nos parta por dentro el compartimentar. Entonces, ¿Por qué no nos sentamos a charlar? Soy la primogénita de la larga cadenita de hijos con los que tú, mi padre, decidiste traicionarme. Eso es traición. Nunca entenderé la paternidad. Ahora veo las fotografías, y me hacen esclava del sueño efímero del amor de cuento.

La bella y la bestia.

Se casaron. Quedaron atrapados. Míralos. “Sálvame”, es lo que piensan.

¿Eran actores en un papel? ¿Por qué una mujer cede su belleza para dársela a alguien más? Desde sus entrañas, para detestarse luego. ¿Soy terrible por decirlo? Si soy la más hermosa de tus hijas, si estoy podrida; ¿te declaras culpable de lo demás? Las personas dicen que me parezco a ella.

Qué van las personas a saber de nada… La familia es una serie de eventos que ocurren a puertas cerradas, y cada acción tiene posibilidades infinitas. Y todo, “es por amor”. 1) Mi nombre como el de una princesa. 2) La soledad forma el carácter. 3) Soy sólo otro nombre en la lista del rey. Desfilando para el placer del rey… Toda tuya.

El pasado no se niega; se vuelve una obsesión que erige su propio mausoleo. Y duele la recuperación cuando te has roto… Hay entre diez y cien mariposas muertas en el frasco. Ojalá supiera lo que mamá era, antes que la dejaras sofocarse en ese frasco. ¿La aeromoza, la maestra, la enfermera, la poseedora de tu corazón, la “de todo un poco”? Un horrible sueño que parece nunca terminar. Despierto, y estás ahí para consumir mis pensamientos. Mis venas están colmadas de veneno, doctor. Juro que aprendí mi lección. Contigo no se juega. Mamá es blanda. ¿Y yo? ¿Qué tienes para decir este año? –Los fantasmas ya vienen. Vienen a devorarnos–. Saca un secreto del frasco para que juegue con él. Tú que jugaste a cortarnos y rearmarnos. Quizá así son “padre” y “madre”. Un código que no debemos develar. Quizá así es la familia; cómplices hasta la tumba. Hasta que no queda nadie por odiar. No nací sola. Pero, me quedé sola.

Que lo que Dios une; no lo descubra un hijo. –Los hijos destruyen a sus padres–.

He destruido a mi madre. Te he matado a ti. Nos he matado.

No hay otro propósito para sentarme, torturarme y recapitular. Sólo para asesinar al pasado otra vez. A pesar de los momentos felices; el rojo vino pronto. El rojo se quedó en mi mente. Terrible, terrible. ¿Por qué soy así? Si mi madre fuese otra; se lo diría. Si fuese un libro abierto; la entendería. Pero me quedo con mis dudas, porque adoro vulnerar su triste melodía. El misterio es brebaje de poesía, y los detalles son aviesos para los que adoran al destino cruel. Las fotografías no mienten; ocultan los crímenes que heredamos. Sonríe para mí. “Toma la maldita foto de una vez”. ¿No son hermosas las tragedias? Es lamentable no saber cómo preguntarle esas cosas simples a una mujer. Así que te las preguntó a ti; el hombre que lo tiene todo, incluso a mí. ¿Qué hiciste? Recuerda que lo sé. No soy como mamá; fiel, dispuesta a dar antes que tomar. ¿Le quitamos todo? Cuando terminemos de confesar; el hueco estará lleno. El círculo estará completo. Y si pudiéramos evitarlo; me entregaría completa al negro. No más ácido. Cada pregunta, como un cuchillo hincado. El amor sería real. Cuando nos odiamos, cuando nos amamos; ¿hay una diferencia? “No seré como ella”. –Es una promesa–. ¿Por qué me hiciste escoger? No seré la calcomanía que se desgasta en la piel de alguien más. Con otra yo preguntándome lo que no puedo preguntarle a mi creadora. (Una calamidad). No saber si vale la pena; es fatalmente delicioso. Los “te amo” maternales, los regaños, las excusas, los hubiera. Qué extraño es el amor. Ingrato y visceral. Pero, aún recuerdo a esa niña, jalando y empujando entre ustedes dos. Ahora pinto mis labios de carmesí, y evito quedarme en el blanco, y ver a Dios que lo sabe todo. Y qué miedo siento de la verdad moviéndose en mis entrañas, bajo mi piel, encarnado en mis memorias entre ustedes dos… La daga que viene por mí otra vez.

Dios… Ojalá fuera como mi madre.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS