Heridas de Guerra

Heridas de Guerra

Maria AL

23/11/2017

Su mirada seria, su cuerpo flaco, sus manos firmes, su voz tranquila y segura… podía pasar horas y horas escuchando sus historias de guerra. Cuando luchó en Larache, aquella zona de tierra roja, el desembarco en un país extraño, cuando él nunca había visto a nadie llevando una chilaba, el recordar de una lengua extranjera, una cultura distinta, algo exótico para aquellos españoles que desembarcaba en Marruecos. Su voz nos transportaba a un país insólito, nunca visto y en nuestra cabeza aparecían imágenes de lucha… luego le pedíamos que nos enseñara sus ‘heridas de guerra’, entonces se levantaba la camisa y nos dejaba ver la metralla aún alojada en ese delgado cuerpo, que lo invadía y comía cada día un poco más. Le preguntábamos si le dolía, y él siempre decía: -‘más me duelen los muertos’.

Podía recordar aún muchas cosas de su padre, pero lo que más, aquellos quejidos de dolor en las largas noches de invierno. En esos días, todos sabíamos que teníamos que andar con cuidado… “no molestéis a vuestro padre, que esta noche no ha podido dormir del dolor”, nos repetía nuestra madre. Con el miedo de los niños, veíamos entrar al médico de la legión, que se encerraba unos minutos con él en la habitación, para luego salir y decir a mi madre: -‘Esta noche descansará señora, no se preocupe’. Todos sabíamos lo que venía después, más de 10 horas seguidas de sueño… el sueño blanco lo llamaba él.

Pocos años más tarde fallecería, luchando contra sus heridas, igual que durante la guerra, pero esta vez sabiendo ya, que la batalla estaba perdida.

Ya de adulta me enteraría, del famoso ‘sueño’ sin sueños que provoca la morfina.

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