Estoy en un taller de escritura y esta semana los deberes son participar en un concurso de historias de familia. Había elegido una foto en la que salíamos los cuatro primos totalmente asilvestrados. Pensaba describir nuestros veranos: las tardes en la piscina jugando a Marco Polo, la guerra contra los del Cho, el refugio con huesos de ovejas (y como al año siguiente había tantas hormigas que no podíamos ni entrar). También las obras de teatro, que ensayábamos durante tres semanas para representar después delante de los mayores. Los descensos por el río…

Y me dí cuenta de que todo estaba orquestado por la misma persona, ese que se erigió en líder de la «banda», ese que incluso era el verdadero dueño de la foto que había elegido…

Por la noche fui a un concierto. Puede que ya estuviera sensible, pero recordé que tu me habías descubierto ese grupo. Así que esta mañana he cambiado de foto y me he puesto a escribir. Porque siempre has estado en mi vida, literalmente. Incluso en mi bautizo me hiciste una jugarreta: te empeñaste en que me pusieran como tercer nombre Cecilia, por esa amiguita tuya de la guardería de la que nunca más se supo…

Libros, películas, música o viajes, todo lo hemos comentado, criticado, disfrutado.Eres mi primo, pero eres más. No te lo digo mucho. Somos una familia poco expresiva sentimentalmente. Sin embargo, haciendo esto, me he dado cuenta de que nuestro álbum de historias de familia sigue creciendo con nosotros. Más viejos cada vez, pero nosotros.

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