A Vueltas con la Historia

La tía Aurita golpeaba los hatillos del trigo en la era mientras escuchaba la radio novela.

Nosotros, los más pequeños de la casa, sentados en el suelo, jugábamos con la peonza a ver quién conseguía girarla más tiempo.

En esa cálida tarde de julio, el tiempo parecía haberse detenido, parecía elástico.

Quizás era el presagio de los innumerables días venideros, que cargados de dolor, odio y destrucción, acabarían llevando al país a una guerra fratricida.

En este enfrentamiento armado, en el que unos se declararon victoriosos, no hubo ganadores.

Y fueron necesarias cuatro décadas para cerrar las heridas abiertas, que todavía en algunas ocasiones chorrean parte de la sangre vertida.

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