Mimada y sobreprotegida, así vivió durante 14 años. En una familia funcional, siendo la menor de tres hermanos. Ella, la consentida, la niña más amorosa, la pequeña poetisa, la que observaba el mundo y corría por lápiz y papel para convertirlo en una obra de arte.

Amaba leer en voz alta a su hermosa madre, quien escuchaba siempre con atención y con toda la emoción la llevaba a sus brazos para alentarla a seguir sus más grandes sueños y explotar ese gran don que Dios le había obsequiado. Después de escribirle y dedicarle tantas letras a ella, se llenaba de emoción al llegar la hora de la cena y ver a los cinco integrantes de la familia unidos, compartiendo los alimentos y los acontecimientos diarios, todo era bello, todo era perfecto, no existían problemas ni preocupaciones, permanecía en una cajita de confort donde nada podía suceder pero ella no sabía que su gran universo de color de rosas se tornaría de distintas escalas de grises.

Una noche, todo cambió. Se comenzaron a escuchar los gritos y el sonido de las ambulancias, personas angustiadas, paramédicos de prisa en auxilio y aquella niña asustada, sin entender lo que estaba sucediendo hasta que escuchó el llanto desolador de su hermana mayor y a lo lejos la voz de un doctor diciendo “Hicimos lo que pudimos, pero llegamos muy tarde”. Su cuerpo se paralizó y sus emociones se escondieron en su interior.

Días más tarde, ese hogar lleno de alegría, paz y amor se encontraba vacío, sin esa figura maternal, sin la musa de esa pequeña poeta pero iniciaron los preparativos del lazo matrimonial de su hermana mayor y se fue incrementando el dolor en su corazón y pensaba constantemente “¿Ahora sobre qué he de escribir?”.

Pasaron los años y ella dejó de escribir, tuvo muchas experiencias familiares gratas pero el vacío siempre permaneció y para ser honestos con su padre no tuvo mucha conexión, pensaba que él no podría entender los temas de una adolescente y fue así como desperdició cuatro valiosos años viviendo entre el silencio y la reserva hasta que una noche decidida a sentirse nuevamente en una familia de verdad, se acercó a ese hombre ya con canas, con la mirada nostálgica y cansada pues él tampoco encontró como canalizar su aflicción. Lo miró fijamente y lo abrazó y le dijo que se sentía exactamente igual, que compartían el mismo sentimiento, el mismo duelo pero que estaba deseosa de revivir la felicidad de su hogar, que deseaba con toda el alma que fueran grandes amigos y cuidarse como una familia, él sonrió y estuvo de acuerdo.

Al día siguiente la ahora mujer, salía de su jornada laboral. Estaba tan contenta porque creía que nada podía salir mejor. Primero una larga conversación de padre e hija y después una invitación a salir con su hermano y convivir como hace mucho tiempo no lo hacían. De pronto recibió una llamada, miró quien era y leyó el nombre de su hermano y enseguida atendió el teléfono con gran emoción pero se llevó una gran sorpresa cuando respondió pues la voz de su hermano se escuchaba con gran preocupación. Nuevamente la tragedia invadió su hogar y la vida de su padre llegó a su final.

Ella estaba desconsolada y completamente decepcionada pero no hizo más que añadir una pared más en su corazón. Derramó su enojo sobre sus hermanos, los quiso apartar de ella y los lastimó con sus palabras pero lo único que trataba era alejar a sus seres queridos para no sentir nuevamente una pérdida en vida y emprendió un largo viaje en búsqueda de nuevas experiencias envolviéndose en amores efímeros que hacían derramar lágrimas por su joven y delicado rostro pues a pesar de sus vivencias nunca dejó de ser una amorosa insaciable, preocupada por encontrar el amor pero ningún dolor era tan grande como el desierto de sus entrañas al sentir que no pertenecía a ningún lugar así que decidió volver y reencontrarse con sus orígenes, reconciliarse con su pasado para cerrar el ciclo y avanzar. Fue hasta entonces que le fue posible encontrar un hombre que con tan sólo mirarlo lo reconoció como su alma gemela y no pudieron controlar sus deseos fundiendo sus almas en una sola pero las circunstancias de esa relación no eran del todo favorables, se encontraron a destiempo y de ese acto desenfrenado pero lleno de amor se creó un pequeño ser indefenso en su útero.

Al conocerse habían conversado que en su proyecto de vida no figuraban los hijos por diferentes motivos y él durante un tiempo mantuvo su posición al respecto pero ella se aferró y lucho cada instante, no le importaba perder al “amor de su vida” con tal de salvar a una parte de ambos sin embargo esta lucha también llegó a su final a mitad del camino porque el embrión perdió la batalla durante su desarrollo.

La mujer desfallecida nuevamente no entendía las razones por las cuales todo lo que consideraba importante y parte de su familia sólo iba de pasada en su camino, sin embargo, se dio cuenta que durante los momentos más difíciles de su existencia eran esas personas quienes la motivaban para seguir adelante, las que siempre creyeron en ella como una gran poeta con tanto futuro por delante, quienes nunca tuvieron espacio en su corazón para el rencor y siempre mantuvieron las puertas abiertas al amor.

– Gloria Priego

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