Y yo que nunca la vida comprendí, que siempre creí en el amor pero el amor nunca creyó en mi. Que me hizo no saber el significado de la palabra padre y aprenderme de memoria lo que significa el abandono. Con la luz de un ángel nací y entre tinieblas crecí, construyendo una coraza indestructible y un corazón de acero, siempre con el pecho al descubierto preparada para luchar. Mi alma solo pedía paz pero las guerras no me daban tregua. La vida esperaba mi vulnerabilidad para así golpearme y poder verme débil. Nunca me ganó esa batalla.

Caminaba sola, con la carga en la espalda del odio de una madre que el pasado no supo ni pudo superar. Sin una mano que me cogiera cada vez que me caía para poderme levantar. Sin un hombro donde llorar, ni alguien que viera en mi mirada que siempre estaba apunto de derrumbar. Nadie lamió mis heridas, excepto yo. No esperaba que nadie pudiera salvarme, tan solo bastaba con que alguien se sentara a mi lado y apretará mi mano fuerte cada vez que llegaba el dolor.

Guerrera, con el corazón de un león. Regalando a la humanidad ese amor que la vida no supo darme. Fuerte, ruda y justa porqué nunca sería capaz de hacer daño a alguien por todo el que me hicieron a mi.

Hoy llevo mis cicatrices como medalla y perdono a los débiles, los acojo, los abrazo. Les susurro al oido las palabras claves para volverse fuertes.

Hoy soy ejemplo a seguir, soy creadora de mis sueños, he sido soy y sere el mejor camino por recorrer. Soy la estrella que más brilla en la ocuridad aunque haya estado a punto de caerse del cielo mil veces.

Soy misión, luz y bondad. Alguien que vino al mundo a sufrir porque solo así podría brillar.

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