CASTILLO DE NAIPES

Ella era una niña feliz, eso parecía ser cuando leía uno de sus libros y aunque se pensaba que ese era su mundo, su familia era mas importante. Los juegos, las risas, la unión, esa era su verdadera felicidad. Eran normales las peleas, porque luego siempre había un buen reconcilio, pero… el tiempo pasaba y el amor empezaba a convertirse en costumbre y resentimiento, la unión se transformaba en distancia y aquellas risas ahora eran llanto. Aquella niña se dio cuenta de que su hermosa familia se desmoronada igual que un castillo de naipes; inestable y débil.

Entonces, llego ese día; su padre fue el primero en irse, más tarde tuvo que presenciar como su madre lentamente se alejaba, al principio por el dolor , luego por la promesa de un nuevo amor. Ya no era un niña, se había convertido en una mujer, como su hermano había quedado a su cuidado; toda responsabilidad recayó en sus frágiles hombros. Su vida había cambiado, sus sueños quedaron a un lado y su corazón empezaba a mostrar las primeras heridas.

No fue fácil adaptarse al cambio y en su afán de construir otra familia, una propia; tomó decisiones incorrectas. La hija se convirtió en madre y a pesar de haber conseguido una nueva forma de sonreír, en ocasiones se veía manchado por los escombros de aquel castillo destrozado, impregnándose en su alma y apagando la luz que algún día iluminó su sonrisa, a medida en que se daba cuenta de su incapacidad para reconstruir lo perdido.

Nadie la preparo para las vicisitudes de la vida, ninguna persona le dijo que los cuentos no se volvían realidad y nunca más volvió a ser completamente feliz.