No recuerdo la primera vez que vi a mi abuelo, pero veo las fotos desgastadas que guarda mi madre en un álbum viejo. La primera foto en donde salgo con mi abuelo es a los tres meses de haber nacido, mis recuerdos no llegan hasta esa época; En la foto mi abuelo me cargaba, estábamos en la finca, un hermoso lugar que se asemeja al Macondo de Gabo, en ella, el verdor de la naturaleza hace de fondo único y magistral.
Conforme los años vuelan como el viento, mis recuerdos se hacen mas claros. En un lugar de la historia al yo tener 10 años, volví a la misma finca que antaño ayudo a educar a mi madre y a mis tíos, los esfuerzos y desvelos de mis abuelos dejaron como fruto a diez hijos. Yo fui el primer nieto varón de la familia, así que mi abuelo me enseño todo lo que sabia relacionado al campo, el como ordeñar, el recoger la maleza y recolectar el café, el escalar a los arboles con frutos, el sonreír aunque no salga la cosecha, el amar a la familia por sobre todas las cosas, y sus pasiones mágicas, la música, la policía y en ella los carabineros y por último, el ciclismo.
Mi segunda bicicleta me la regalo mi abuelo, así que cuando él venía a la capital mis mañanas eran de pedales, historias y risas, mi abuelo nunca dejo de enamorar mujeres, les coqueteaba como todo un caballero y mostraba una vieja bandola que nunca supo hacer sonar una nota adecuada, pero que jugueteaba como serenatero en declamación. Al final del día siempre se acercaba a mi y me decía – » yo por las noches pedaleo sobre la vía láctea – «, siempre creí que mi abuelo era un ciclista espacial y solía reírme a carcajadas cuando el me decía eso.
Una madrugada, sin música, sin lluvia, sin nada, entro una llamada a mi habitación, conteste con la mirada entreabierta y las orejas entumecidas, un largo silencio se apodero de la bocina hasta que pregunte – ¿que pasa?-, con lagrimas que llegaron desde la distancia, recibí la noticia de que mi abuelo se había ido, conocía ya de que se trataba la muerte, pero no a donde se iba después de ella, así que con lagrimas en los ojos fui donde mi madre, ella me miro con los ojos sollozos y la mirada cansada, me abrazo y me dijo que todo estaría bien, al separarme un metro de ella le pregunte esa duda que tanto se había quedado en mi mente, – ¿a donde se fue el abuelo? – mi madre con voz quebrantada solo pudo decirme – se fue al cielo-, no creía que mi abuelo pudiera llegar hasta tan arriba, ergo decidí hacer mi segunda pregunta – ¿ como llego hasta allá?- mi madre me abrazo de nuevo y susurrándome al oído, me dijo que se había ido en su bicicleta, en ese momento supe que no lo volvería a ver en un tiempo, así que me puse triste.
Seguí montando bicicleta, visitaba los lugares a los que él me había llevado, miraba al cielo a buscarlo entre las nubes, pero las nubes no tenían ninguna forma para mi, las historias que ahora me contaban no eran tan interesantes, deje de comer y sentí que ya no volvería a ser el mismo, hasta que un día, mi madre me dijo que el abuelo ya había llegado al cielo, que se había convertido en un ciclista espacial, que ahora estaba en los bordes de la vía láctea con forma de estrella, entonces mi padre tuvo la grandiosa idea de construir un telescopio para mi, lo decoro con los colores que aun me quedan entre mis cosas y grabó el nombre de mi abuelo en él, espere toda el día hasta que la noche cubriera con su manto oscuro nuestro pedazo de tierra, use el telescopio y vi las estrellas, desde esa noche suelo coger el telescopio para ver a mi abuelo pedalear sobre nuestra constelación, lo saludo con el corazón a lo que me responde con su brillo estelar, es como si me contara una de sus tantas historias, me despido diciéndole cuanto lo extraño dejando que mis ojos se cierren por el cansancio, siento como el me cuida y me besa la frente, entonces simplemente duermo y me quedo con mi sonrisa…
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