Tendría que haberlo sospechado.

Toda una vida de silencios, de agachar la cabeza, de humillaciones, de sumisión…

Su ternura ante los desechos, su meticulosidad, sus embustes, su enfermiza obsesión, por casi todo…

Toda una vida escondiendo.

Fui a verla y estaba más tranquila que nunca, más dócil; diría que en paz.

Contestaba mirando al infinito y sonreía de manera conmovedora.

Emanaba una inocencia impropia.

Lo comprendí de repente.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

Con las manos temblorosas abrí el frigorífico.

El humo frío me dejó paralizada.

Estaba lleno de tapers blancos, inmaculadamente limpios y meticulosamente etiquetados…

Manos, cabeza, antebrazos, piernas…

Apenas un hilillo de voz salió de mi garganta para preguntar:

Mamá, ¿dónde está papá?…

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