Son muchas las experiencias por lo que pasamos en esta vida y estas nos enseña una lección diferente… algunas experiencias nos marcan por un tiempo pasajero y otras nos marcan para toda la vida.
Mi nombre es Johan M. Rosario, nací el 14 de octubre de 1986 en Puerto Plata, República Dominicana, Con humildes padres, tan humilde que fuí dado en adopción de forma muy extraña a unos desconocidos para mi y para mi madre. Esta familia estaba formada por una pareja de 40 años y no habían podido tener hijos. Es por ello que tomaron la decisión de adoptar.
Aparte de mi, ya tenían adoptados dos niños, los cuales eran más mayores que yo… conmigo ya tenían tres hijos. Mis nuevos padres no eran de una posición económica muy alta, más bien digamos que trabajaban arduamente para sacar adelante la familia que con tanto amor habían formado. Mi madre trabajaba como ama de casa y un pequeño negocio de verduras y mi padre era conductor de un camión de obras públicas.
Ellos eran muy estrictos en cuanto a la educación se refiere, nos enseñaban valores, nos enseñaban a valorar el esfuerzo y el trabajo. Recuerdo cuando tenía 10 años escuchar las duras palabras de mi madre que decían:
«Johan… si quieres algo en la vida debes de luchar por ello. Es por eso que a parte de estudiar quiero que también trabajes y de lo que ganes, me darás la mitad para la comida y la otra mitad para tus útiles escolares y ropa.»
Duras palabras para un niño de 10 años, yo no sabía qué hacer en ese momento… apenas era un niño.
Mi madre siempre tan resolutiva, no tardó mucho en encontrarme un trabajo. Yo tenía que llenar las latas de carbón que ella vendía en su negocio… en pocas palabras y por decirlo de una forma más técnica… «yo era el encargado de reposición de productos orgánicos.»
Allí estaba yo, supervisando cada día que las latas no estuvieran vacías… ir a la escuela, hacer mis tareas, ayudar en las labores del hogar y rellenar latas de carbón, era mi gran labor diaria. Pero mi madre notó que allí no ganaba dinero y no tardó mucho tiempo en encontrarme otra labor. En esa ocasión, habló con un vecino que se dedicaba al trabajo de «chapa y pintura«, este vecino me llevaría con él a ayudarle en su trabajo… no hacía mucho más que pasarles las herramientas que el me pedía y me pagaba 5 pesos cada sábado, de los cuales tenía que cumplir mi acuerdo con mi madre y darle 2.50 pesos para la comida y 2.50 pesos para los útiles escolares. Y así pasó el tiempo, a medida que más crecía, más dinero ganaba y más dinero le daba a mi madre. Nunca me olvidé de mis estudios, de hecho en 6to grado fuí estudiante sobresaliente, eso tenía muy feliz a mi madre.
Cuando cumplí los 16 años acabando ya el 4to de bachillerato, mi madre se me acerca con una caja de zapatos, yo pensé en aquel momento que eran de regalo por aprobar el curso… y no, en esa caja de zapatos venían todos mis ahorros, es decir, todo el dinero que había dado a mi madre todo ese tiempo que trabajé, ella nunca lo gastó, lo ahorró para que yo pueda pagar la universidad. En ese momento lloraba, reía, saltaba de alegría. Para mí era mi mejor maestra, en ese momento me enseñó que todo en la vida se consigue con esfuerzo, que en ocasiones es muy difícil, pero eso no quiere decir que no se pueda alcanzar.
Gracias le doy a mi madre biológica por darme la vida y a mis padres adoptivos por haberme cuidado, protegido, enseñado y por haberme dado algo que me ha marcado para toda la vida, algo que me ha enseñado a valorar a los que me rodean y las cosas de la vida… me han dado «Amor».
Mis experiencias con mis padres adoptivos, me han llevado a entender y cuidar muchas cosas en esta vida. Hoy tengo 31 años y tengo una familia hermosa, una familia a la que amo con todas mis fuerzas, mis 2 niños, mi niña, mi esposa y yo.
Todo comenzó en octubre del año 2008 en España, país en el que resido actualmente. Yo trabajaba de encargado en una pizzería y ahí entró ella, una mujer hermosa, que desde el minuto uno dije que iba a ser mi esposa. Ella empezó a trabajar en la empresa y yo no tardé mucho para intentar conquistarla, ella se resistía y eso me enamoraba más de ella, no me iba a cansar hasta que la convierta en mi esposa.
Un día, cuando llegábamos del cine, «salidas que hacíamos como amigos«, le pedí que me abrazara, ella cedió a abrazarme, en sus abrazos sentía que un lazo nos envolvía para unirnos eternamente.
Y así fue, nos casamos, tuvimos 3 hijos preciosos. Pasamos circunstancias muy difíciles, luchamos para salir adelante, siempre unidos. No fue fácil y aún sigue siendo difícil y la verdad es que nunca dejará de serlo, lo que si se es que ahí estaremos los dos para enfrentar y luchar contra cualquier situación, para seguir tan unidos como siempre.
Toda esa constancia se debe a las raíces. Raíces que he ido fortaleciendo a base de mis experiencias, a base de las enseñanzas de mis padres. Hoy puedo decir con fuerte voz, que amo a mi familia más que a nada en este mundo, hoy se cual es el valor de la familia e intentaré dejar un gran legado a mis hijos sobre ello.
«Querida familia, eres el centro de mi ser, la fuente de mi felicidad. Agradecido estoy por tenerles, agradecido estoy con aquellos que formaron parte de mi historia de vida y más agradecido aún, por los que me han enseñado a valorar las cosas de la vida en su orden de prioridad, en mi caso…. La familia«.
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