Todo comenzó con la abuela. Mamá me contó acerca de su infancia.
Cuando era niña Juani como le decían, pudo ver a su papá entrando por la puerta grande del cortijo; era temprano por lo que aún no había concluido su jornada laboral. Al volverse y ver que ya no estaba, llamó a su tía para preguntarle, la cual le dijo que debía estar en la estación donde trabajaba.
No era de extrañar que todo aquello lo hubiese imaginado.
Horas más tarde confirmaban que Carlos había sido atropellado por un tren, por lo tanto mi abuela se había quedado sin Padre. Pero él no quiso partir, sin antes despedirse.
Nunca llegué a conocer a la abuela. Provenía de una familia modesta que separaron de sus hermanos de pequeña, no sé sabe bien por que motivo, llevándola a vivir con sus tías.
Había sido sirvienta en casas donde los patrones le hacían cebar mate, a veces quemándose las manos.
Así transcurrió su juventud de lavandera.
En ese entonces era «normal» que los patrones tuvieran relaciones sexuales con sus sirvientas, ya que tenían poder sobre ellas.
Me impresionó conocer esa dura realidad de la cual refleja mi ADN.
Tuvo cinco hijos, cuatro mujeres y un varón; dos gemelas de las cuáles una falleció al nacer. Ninguno era del mismo padre.
Mamá me contó que como era la más pequeña y el trabajo de la abuela no le dejaba el tiempo suficiente para cuidarla, acabó en un internado de monjas. Sólo podía visitarla una vez al mes, pero ella creía que había ido cada semana. Seguramente por las ansias de volver a verla.
Me relató que una noche, tras mojar la cama, la castigaron dejándola sola y triste en un rincón del patio varias horas, y fue tal el trauma que no volvió a hacerse pis.
Ella no tuvo que trabajar como el resto de sus hermanos, pero en un futuro no lejano la religión le esperaba.
La suerte cambió cuando pasados unos años, su hermana mayor Dora hizo que saliese de allí; si no fuera por ella nuestro árbol genealógico no hubiese continuado, ni Yo estaría aquí la del medio de tres hermanas. Las tres Marías.
Los últimos años de la abuela fueron en Villa Dominico, con la tía Dora. Prácticamente criando a sus nietos.
La verdad que me hubiera gustado conocerla, poder hablar con ella.
Transcurridos los años mi madre pudo ir superando esa infancia tan dolorosa para ella y perdonar a la abuela, ya que hizo lo mejor que pudo en esas circunstancias.
Hoy por hoy Mamá y sus hermanos están unidos. Nosotras, pese a nuestras diferencias y distancia, también lo estamos.
Yo pasando los treinta, pero feliz de traer a este mundo una maravillosa niña a la que llamé: «Juani».
Escrito por Valeria Reilly lopez.?
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