LOS MISTERIOS DEL AMOR

LOS MISTERIOS DEL AMOR

Son muchos los recuerdo que mi abuela Carmen me ha confiado y que guardo con mucho cariño. Este relato es un trocito de su vida.

Carmen vivía con sus padres y sus dos hermanos en Villablanca cerca de granada. Tenían una casita, en si era una cueva en un barrio situado en una pequeña montaña a las afueras del pueblo. En ese barrio, «Las Cuevas», todas las viviendas estaban construidas dentro de la roca. Tenían una en propiedad.

Sus padres, Isabel y Pepe eran jornaleros, se dedicaban a trabajos del campo. Segaban, recogían aceituna, algodón, azafrán… Se desplazaban por Andalucía en un carromato tirado por mulas, iba toda la familia padeciendo frío, calor, lluvia…Cocinando y calentándose con hogueras, aseándose y lavando la ropa en ríos.

Carmen era la mayor y casi siempre le tocaba vigilar algún bebe. Un día en particular en que cuidaba de sus hermanos, Ángel y Paca, se desato una tormenta impresionante por lo que sus padres se retrasaron y no había comida hecha. Ella y su hermano podían comer pan, pero Paca era un bebe, todavía la amamantaba su madre. Entonces Carmen cogió migas de pan y las mastico muy bien hasta hacer una papilla que iba dándole a su hermanita. Cuando llegaron sus padres, muy preocupados, todo estaba en orden. Mi abuela los había alimentado y le había cantado canciones a Ángel para que no se asustara con la tormenta. Tenía 7 años. Aun siendo niña ya era formal y responsable.

La vida de toda la familia era muy dura, pero estaban muy unidos. Pepe preocupado por tener siempre trabajo e Isabel llevando con alegría las riendas de su casa. Era ella la que se encargaba de sus hijos y tomaba las decisiones, cosa muy poco habitual en esa época.

Cuando mi abuela se hizo mayor y estuvo en edad de tener novio, tuvo varios pretendientes. Era pequeña y menuda con una cara muy bonita, se veía muy dulce y tranquila.

Hubo uno en particular, José, que la quería con locura. Era maestro, una situación privilegiada para aquella época y ambiente en el que se movía mi abuela. Su madre veía de muy buen ojo aquella relación, pero ella lo sentía demasiado apasionado, atento. Hablaba de boda, de hijos…Era guapo, de buena familia, vamos el novio perfecto. Se sentía alagada pero a veces se quejaba de tanto amor. Le comentaba a su madre:

– ¡Es que me quiere demasiado!

Ella le contestaba:

– No digas tonterías, nunca se quiere demasiado, otro como este no lo vas a encontrar, vas a llevar una vida de señora con el y no la que he llevado yo, te tienes que casar con el.

No se el tiempo que duro el noviazgo, pero llego el momento en que José se tenia que ir al servicio militar que duraba varios años y este vino a hablar con Carmen y sus padres. Se quería casar ya, antes de marcharse. Ella dijo que con tanta urgencia no podía ser, que necesitaba más tiempo. De nada sirvieron los consejos de su madre, el enfado de su padre ni las suplicas de José. Este tenía miedo que durante ese tiempo su novia no lo esperara y se le ocurrió que tenia que “reservarla”, era una practica normal entonces. Para ello Carmen se tenia que ir a vivir con los padres de José que se encargarían de cuidarla y vigilar que no la pretendiera otro hombre.

El sentido común le decía que tenia que aceptar, tendría una vida de señorita, bien vestida, bien alimentada, sin trabajar… Pero para Carmen esto era igual o peor que casarse, se sentía acorralada. En realidad ella no lo quería, le gustaba pero no lo quería.

No acepto y se rompió el noviazgo. Creo que esta situación debía de ser impensable en aquellos años en que las hijas obedecían a sus padres y en la que los matrimonios eran concertados por las familias. Pero en este caso Isabel y Pepe no la obligaron a aceptar. Tenían una mentalidad muy abierta para su época.

Bueno, José se fue y carmen se quedo de nuevo “libre”. Pero su situación de cara a la gente ya no era la misma: había tenido novio y este no se había casado con ella, estaba marcada según sus vecinos y sus costumbres. Le iba a costar encontrar marido. Su madre estaba muy preocupada, ella no. La verdad es que no se presento ningún pretendiente en tiempo, hasta que un día volvió al barrio el hijo de unos vecinos después de varios años de servicio militar en Maruecos.

No tenia nada que ver con José, era bajito, bastante tosco, se pasaba el tiempo bebiendo en la taberna y para postre era tartamudo. Antes de marcharse ya le gustaba Carmen, pero tenia novio. A el no le importaba que ese noviazgo se hubiera roto y empezó a “rondarle”. Y misterios del amor, ella acepto su proposición. Había dejado un partido de ensueño a cambio de una relación poco alentadora. Su vida con Martín, así se llamaba, fue dura, muy dura.

Su noviazgo fue corto. Como era costumbre entonces, en su medio, una noche Carmen preparo un poco de ropa que escondió en la cuadra y cuando se hizo de noche con el pretexto de ir a orinar salio de casa. Martín la esperaba con una mula que le habían prestado y se encaminaron a un pueblo cercano para pasar la noche en una fonda y sellar así su unión.

A los dos o tres días volvieron a “Las Cuevas” y se fueron a vivir en casa de Martín con su abuela. En primavera vino un cura e hizo como cada año una boda comunitaria. Acudían todas las parejas que se habían “fugado” y el cura bendecía sus uniones. La mayoría de las novias ya estaban embarazadas, era el caso de Carmen.

Este fue el principio de su vida con Martín. Vinieron luego hijos, emigración, penurias… Pero nunca perdió su entusiasmo ni su ingenio.

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