UN GRAN AMIGO EN CASA.

UN GRAN AMIGO EN CASA.

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El estruendo que produjo el portazo, hizo estremecer la casa hasta los cimientos; había sucedido lo que muchas veces Juan se había imaginado, la posible ruptura matrimonial. Se sentó para poder pensar en lo que estaba pasando; casi en un susurro, algo alarmado se preguntó: ─¿Qué podía hacer él para hacer entrar en razón a su esposa, que ya muchas veces lo había amenazado con abandonar el hogar? Era inaudito, su trabajo no le permitía tener tiempo para estar en casa en forma normal; un día aquí, otro día allá, donde menos se lo imaginaba. Ella lo sabía, lo conoció viviendo así Ahora estaba en el lío de no saber qué hacer.

Oscurecía ya. Juan seguía en la misma postura, con su mirada en el vacío, como tratando de ver lo imposible, buscando el mejor camino que le llevara a remediar toda la desgracia que se le venía encima. Quería mucho a su esposa, su trabajo no lo podía abandonar, era su pasión y …¡vaya! ¿Qué pasó ahora? Juraría que había visto encenderse el computador. Se levantó y lo apagó. Seguramente estaba programado para encenderse a esa hora, su esposa casi nunca lo ocupaba y él sólo algunas veces en cosas de su trabajo.

Se levantó y se dirigió a su dormitorio, estaba muy cansado. Se detuvo, al momento, contemplando como el computador nuevamente se encendía, —¡Otra vez, que mierda! ¿Qué pasa con este aparato? —furibundo se aprontó a desconectarlo, pero se contuvo en seco al escuchar una perentoria voz:

—¡Alto, no me apagues! — No lo podía creer, la voz había salido del aparato. —¡Siéntate, tranquilízate, que quiero ayudarte a solucionar tus problemas! Juan era un hombre inteligente, con un buen carácter y una gran firmeza en sus decisiones, pero ahora estaba pasmado, absorto, contemplando como el aparato le estaba hablando. Inconscientemente se sentó ante la mesa y esperó, no sabía que esperaba; algo le decía en su interior que debía quedarse ahí y tratar de serenarse lo mejor posible.

—¡Te estás portando mal, me parece! Tu esposa te trata de esta manera porque eres un inepto. ¿Qué pasa contigo? ¿Crees que no tengo ojos, ni escucho tus bobadas excusas. ¡No soy tan estúpido! ¿Dime amigo mío ¿En el dormitorio, cumples tus obligaciones? ¿Le das todo lo que pide? ¿Por qué crees que chilla tanto? Si no es así, trata de ponerte al día y ser más cariñoso.

—Deseo hacer lo mejor, pero tú sabes, el trabajo me exige mucho, a veces no llego a casa y cuando lo hago me encuentro muy cansado. Trato por todos los medios de darle los gustos pero a la primera me quedo dormido.

— Escucha Juan, eres una persona educada, sabes muy bien lo que las mujeres quieren y le piden a los hombres, más aún estando casados. Tu mujer te va a dejar por inepto, pero todavía tienes tiempo de corregirte. Vas a hacer lo que te diga, tengo más experiencia y soy testigo de todas las discusiones que tienen Uds. acá en casa.

—Haré lo que tú digas, —decía Juan ya más calmado. —Te creo y pienso que eres un gran computador, seguramente de última generación, ahora dime que tengo que hacer. Haré lo que tú digas, pero por ningún motivo me cambiaré de trabajo.

—Lo primero es aprovechar que tu esposa estará afuera todos estos días, hasta el fin semana. Tienes todo este tiempo para trabajar arreglando tu casa.

—¡Queeé! ¿Trabajar en la casa? ¿Qué pretendes? Explícame todo esto. Es lo último que haría, máquina endemoniada.

—No me insultes, te estoy dando una mano cabrón inútil, y me sales con esa. Lo primero es pintar toda tu casa, cambiar los artefactos del baño que ya están pasados de moda, eso es por la casa, que tiene que estar presentable. Luego viene lo más caro, que es atender a tu mujer; cómprale algunos collares, anillos, reloj, también algo de ropa, toda de buena marca para que te lo aprecie. Cuando llegue se llevará la sorpresa y verás cómo cambia, te lo aseguro plenamente.

—Eso es un gasto inútil de dinero, no me fastidies, ella no se lo merece. No sé porque te hago caso, lo pensaré un poco más, pedazo de chatarra.

— ¿Quieres que todo te salga bien sin gastar ni un peso? Imbécil, hasta aquí llego yo, arréglatelas como puedas. Ahora desconéctame no pienso perder el tiempo contigo. Prepara tus maletas que la vieja te echará de la casa, te lo aseguro.

Juan trabajó y compró todo lo que estaba acordado, además pagó las cuentas atrasadas. Estaba entre la espada y la pared, sabía que era su último recurso y gastó hasta su alma para que saliera todo bien. Esperó de buenas ganas a su esposa que llegara y recibirla cariñosamente, se felicitó por tener un buen computador, su fiel amigo. Ella llegó, feliz por encontrar su casa tan linda, arreglada, gritando jubilosamente por los regalos que su esposo le ofrecía. Le regaló la mejor noche a Juan y éste satisfecho por el deber conyugal cumplido, radiante, optimista por la sumisión mostrada por ella, se aprontó a cambiar de vida, sería otro.

Estaba en el cielo, su querida esposa le sirvió el desayuno en la cama antes de irse de compras y rogarle que no se levantara tan temprano, porque también quería darle una tremenda sorpresa. Al salir cargó ella sus regalos en el auto, sin olvidarse de su amigo querido, su fiel computador, que iba lamentándose por el camino gritándole: —Nunca más me pidas que te ayude a engañar a Juan, me siento muy mal, él se encontrará sin su mujercita, sin su auto, sin mí compañía, sin muchas cosas necesarias, sin ….

—Siii, casi sin nada, jajajaja. Ahora vámonos rápido antes que despierte; como quedó linda, recién pintadita, acabo de vender también la casa, querido amigo. ¡Que se quede con su odioso trabajo!

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