Todas aquellas cosas que la hacían mágica

Todas aquellas cosas que la hacían mágica

Vanesa Leon

09/12/2017

Mirar atrás, ver como los recuerdos son, ahora mismo, lo que te mantiene más cerca. Más cerca de ella, de su risa, de sus palabras llenas de historias, de sabiduría, de cariño.

Ella era la que soplaba las velas cada cumpleaños y le inundaba el pensamiento de no tener esa posibilidad doce meses después, sintiendo ese último cuatro de julio nuestra compañía.

Esa vez, no se equivocaba, fue el fin de muchas celebraciones a nuestro lado, quién pensaría todas las cosas que podrían pasar durante un año entero.

Ella era y es, digo es porque aunque la gente se vaya, de alguna forma, la seguimos sintiendo cerca como si a pesar de no estar físicamente, pudiéramos percibir su presencia en cada momento, y supiéramos lo que harían o nos dirían. Tal vez sea un buen pensamiento de consuelo, pero no creo que éstos se sientan tan fuerte.

Como iba diciendo, ella era y es única, podía pasar de la risa al refunfuño en cuestión de segundos, de hablarte de un tema a encadenarlo con otro, de verte y piropearte a escaparse un «éstas más llenita», a veces podía exasperarte, pero ¡cuánto daría si pudiera volver a escuchar todas aquellas cosas!

Disfrutar de los momentos pequeños era lo suyo, lo hacía siempre, que poco sabemos, con el corre corre diario, valorar esos diminutos instantes que para otros son una vida. Un logro de su familia era un triunfo suyo, una pena nuestra se convertían en cuatro problemas para ella. El día de nuestros cumpleaños siempre quería abrazarnos tan fuerte que no consiguiéramos escapar. Ignorante de nosotros, no entendíamos el motivo, no siendo otro que el miedo a ser el último abrazo de cumpleaños que nos pudiera dar.

Pero no sólo por estas cosas para mí era mágica, pues sus recetas conquistaban el estómago de cualquiera, sus bailes hacían sonreír hasta el más triste, sus comentarios «inapropiados» nos subían los colores, sus gorros para caminar por su lugar favorito, incluso su cervecita con limón antes de comer, sus idas a la despensa a escondidas a coger las cosas más dulces, su bola de pañuelos dentro de los bolsillos de su bata, la hacían especial.

Quién me diría a mí hace un año, que hoy estaría escribiendo sobre ella, cuando aún la sentía cerca, a mi lado.

La familia para ella era lo más importante, y que permaneciera unida lo era más aún. Para nosotros ella era el motor de nuestro mundo, intentábamos darle todo e incluso más, siempre fuimos una piña, porque se lo merecía. Merecía lo mejor, ser feliz en cada instante. Creo que lo conseguimos, durante todo el tiempo que compartió con nosotros la mimamos, la llevamos a ver a su artista favorito: Julio Iglesias, disfrutó de viajes, compartía nuestras vacaciones, era una pieza clave en nuestras celebraciones tanto con familiares como con amigos.

El día que supimos que algo no pintaba bien, el mundo se nos vino encima, no habían palabras que consolaran, sólo lágrimas que cubrieran nuestro rostro. Sólo teníamos que esperar a su último suspiro. Allí estábamos todos, como siempre, con ella, unidos más que nunca.

Que difícil, que digo difícil, fue algo que no puedo explicar, saber que todo iba a convertirse en recuerdos, en anécdotas, que ella no estaría…fue para mí y para todos, el fin de una etapa de lo más feliz, gracias a ella, al regalarnos siempre toda su magia.

Llegó el día, sonó mi teléfono, todo había acabado. Su rostro estirado y rojizo se había apagado. Yo no podía creer lo que vivía, la había perdido para siempre. No pude antes de que se fuera decirle un Te quiero con mi voz, hay personas que no sabemos decirlo o nos resulta tan complicado que nos decantamos más por demostrarlo con actos y gestos. Espero que ella lo supiera.

Después de todo, mi cabeza y sobre todo mi corazón se había roto, no paraba de preguntarme «¿Cómo aprendo a vivir ahora?, ¿cómo se sigue con tu vida cuando una parte de ti se ha ido?». A día de hoy, me sigo haciendo esas preguntas, porque siento que una parte de mí ya no está, y la otra no es la misma. Dicen que el tiempo ayuda, así que me haré amiga de ese gran aliado para intentar, al menos, aprender a vivir con lo mejor de ella, con su magia.

Una forma de hacerlo es escribiendo para y por ella. He descubierto una manera de expresarme cuando en mi vida diaria, a veces es tan difícil que proliferen los sentimientos como lo hacen mis palabras.

Cada día que pasa duele más su ausencia, y aunque esté lejos, espero que en un lugar tan mágico como ella, la siento cerca. Que desde allí, de ese lugar, ella vea que nosotros, todos, seguimos aquí, siempre unidos, como tú nos enseñaste, como lo hacen las familias. Desde ese sitio tan especial, estoy segura, que nos protege como hacía cuando estaba con nosotros, guiándonos en nuestras penas, acompañándonos y compartiendo nuestras alegrías.

Porque ella era y es así, mágica. Ella era y es por siempre mi ABUELA.

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