Año tras año, en mi vida hay un recuerdo de un viaje muy hermoso, no a otro país, no hay lugar más hermoso que el área rural de mi Guatemala, pero hay un lugar único y que es parte de mi historia es San Jerónimo, Baja Verapaz, es un pueblo donde nació mi abuela materna, en una Finca llamada Santa Úrsula, nombrada tierra de Dios, entre siembra de caña, banano, tomate, maíz, ejotes, frijol, crianza de aves y ganado, donde era costumbre ver todo tipo de árboles como los hermosos bosques de pino y ver como el agua clara, transparente llena de peces del río de la Estancia, tierra que parecía un nacimiento natural con unos paisajes pintados y dibujados por el mismo Creador.
Ese viaje ha este hermoso lugar, lo hice año tras año, desde mi tierna infancia, la cual hoy en día, cuando sueño con este lugar, brotan lágrimas de nostalgia, viaje por Centro América, Sur América y Norte América, podría escribir sobre estos viajes, pero este viaje al área rural de mi país Guatemala, ubicado en Centro América, es parte de mi propia historia, de la cual surge mi vida actual, podríamos decir que nací de la siembra del tomate y del frijol, sembrados en Santa Úrsula, tierra de Dios, lugar de tierra fértil, donde mi abuela lograba obtener, lo mejores frutos de esta tierra y compartirlos con sus hijos y nietos.
Es por eso que no hay mejor viaje que San Jerónimo, con verdes veredas de pasto, potreros de vacas y terneros recién paridos, paisajes llenos de color, verdes en tonalidades diferentes, amaneceres con el canto de un gallo y con el olor de un café, en jarra de barro, con un ambiente lleno de paz y armonía como un paraíso escondido.
Rústico, rural pero nada se puede compara con la naturaleza, que hace que mi mente y corazón vibren al recordar este lugar, hace tiempo en el caminar de mi vida, nunca había vuelto ha viajar a este hermoso lugar, pero a través de un corto viaje volví y mil y una imagenes, volvieron a mi mente, he hicieron rodar una lágrima en mi rostro, donde convergían muchas emociones, recordando a la vieja Santa Úrsula, donde mi abuela, nos llevaba anhelando en algún momento volver a verla en algún rincón, de ese lugar preparando queso, un buen caldo de gallina, frijoles negros de su cosecha o tomando leche al pie de la vaca, que tiempos que no volverán, pero este ha sido el mejor de mis viajes, desde mi niñez, a la mujer que hoy en día soy.
Creo que jamás he vuelto a ver, ni en una estampa antigua, paisajes como estos llenos de familiaridad y tan cercanos a mí y así es como describo tan enigmático lugar, con sus recuerdos, con nostalgias, descrito conforme mi corazón, así es Santa Úrsula, tierra de Dios, ubicado en el país de la Eterna Primavera.
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