Se levanta de un salto al escuchar cantar al gallo del vecino que resulta ser más puntual que cualquier reloj… aunque un poco adelantado de acuerdo a la queja del barrio, aun así Enrique de manera alegre se prepara para salir sin demora con su camisa blanca impoluta, le enseñaron que la responsabilidad es necesaria si quiere que le vaya bien en la vida. Abre la puerta sale y logra ver un pequeño rayo de luz, sí… el primer rayo de sol que se puede ver y tuvo la dicha de disfrutarlo,el camino hasta la parada es irregular, además de la lluvia torrencial que hubo en la noche hace que el camino de tierra arcillosa sea de cuidado, debe estar alerta si no quiere terminar nadando en lodo por lo que tarda más de los veinte minutos acostumbrados y casi cronometrados, lo importante es que tiene cómo desplazarse y saltar los pozos hábilmente manteniendo el equilibrio, más aún casi sin ensuciarse para poder llegar pulcro a su destino.
Llega a la parada de buses en donde ya hay una extensa fila de personas esperando el medio de transporte, las caras de siempre, un señor mayor de barba muy espesa quien mira a todos con desconfianza, la anciana con el rosario en la mano pidiendo con cada cuenta que no ocurra ninguna desgracia mientras esperan ya que dos días atrás los habían robado unos motorizados, la señora con sus tres hijos con el sueño en sus rostro, el que vende el café de la mañana junto a la prensa vociferando las noticias de sucesos rojos, las tres vecinas comentando sobre inseguridad, falta de alimentos, el incendio en la selva amazónica, Enrique como de costumbre esboza su amplia sonrisa diciendo en un tono sonoro:- ¡Buenos días! ¿Cómo amanecen?- obteniendo como cada mañana el silencio colectivo, pero a él le enseñaron que “lo cortés no quita lo valiente”
Pasaron algunos minutos antes de que llegara el primer bus, tiempo suficiente para que se formara una larga fila, al subir se sintió afortunado pues le correspondió sentarse en una butaca muy cómoda ubicada de forma estratégica en donde podía ver el paisaje, respirar el aire matutino que entraba por la ventanilla y además no lo impactarían los rayos del sol cuando comenzaran a calentar ya que el recorrido en bus duraba casi una hora hasta el destino de Enrique, no terminaba de regocijarse de su dicha cuando notó que subía una señora embarazada y ya no había asientos, vio a su alrededor a todos los caballeros fingiendo dormir, disfrutó por un momento de lo cómodo del lugar y de un salto se levantó ofreciendo a la señora que se sentara, pensó: – soy joven lleno de energía-en su familia le enseñaron a brindar ayuda a quien lo necesita. En cada parada subían más y más personas el calor ya se sentía con fuerza, comenzó a sudar, tropezaban continuamente, el trayecto duro más de lo esperado ya que hubo una tranca por un choque de otro autos, presuroso se asomó como pudo a observar el trágico suceso. Al llegar a la parada que le correspondía se bajó dirigiéndose jubiloso a su destino para el cual debía caminar por lo menos diez minutos.
Ese era su recorrido diario para llegar al colegio al cual no debía faltar pues en la entrada del mismo se podía leer el pensamiento de Simón Bolívar “Un hombre sin estudios es un ser incompleto” y…Enrique quería hacer todo correctamente. Al llegar ya habían transcurrido veinte minutos del horario escolar, pasó por la coordinación en donde dejaron el registro de tardanza sin escuchar explicaciones ya que se debe ser puntual, esto mientras entraba también el profesor de deporte quien explicaba bulliciosamente el problema de transporte, por supuesto siendo apoyado por los presentes, el joven sostuvo su silencio porque a él le enseñaron a respetar a los adultos y más aún a sus maestros.
Seguidamente se dirigió al aula de clases, se detuvo en la entrada esperó el momento propicio, y con la amplia sonrisa que lo caracterizaba dijo: -Buenos días señorita, ¿puedo pasar?- La maestra lo vio con severidad permitiendo la entrada. Era día de evaluación grupal por lo que al tocar el turno de Enrique expresó: – En lo que respecta a limpieza y pulcritud debes mejorar mira los zapatos están todos llenos de lodo y tú muy sudoroso- cuando Enrique quiso explicar le indicó la maestra:- Debes aprender a escuchar, vamos con otro indicador en puntualidad estas deficiente date cuenta la hora de llegada- Nuevamente quiso defenderse pero la docente le insistió que además debe aprender a reconocer sus errores ya que todos son testigos de su tardanza.
El joven aceptó el llamado aunque le pareció que no era justo, sin embargo gracias a la buena actitud que lo caracterizaba decidió incorporarse y prestar atención al tema del Proyecto de Aula: Viajes y Aventuras, los niños alzaban las manos e intervenían, Enrique estaba extasiado escuchando tantas historias de cómo algunos dormían y al abrir los ojos ya estaban en playas o montañas fabulosas, otros sí lograban relatar cómo era el camino, cuando Enrique quiso intervenir alzó su brazo de forma entusiasta –tenía tantas aventuras para contar, con cientos de peripecias en sus múltiples recorridos, pero lo interrumpieron preguntándole a cuál ciudad había ido, al responder que no había salido de la ciudad, Manuel de forma inmediata y sin pensarlo le dijo: Si no has salido de este Estado ¿Qué vas a saber tú de viajes y destinos? ¿Qué aventura podrías relatar?- Todos rieron…
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