-Tú no sales a la calle, tú vas de viaje!, exclamó Andrea con convicción, cuando supo la cantidad y variedad de objetos, útiles y zarandajas que Elia llevaba dentro del bolso.
Le complacía escucharlo. Daba en el blanco. A parte de coincidir con su visión global del sentido de la vida, cada salida de casa era como un pequeño viaje y son muchas las cosas que parecen necesarias para conservar un mínimo confort. Así que Elia salía de casa provista para cualquier eventualidad. La contrapartida era el peso que tenia que sostener, transportar y preservar.
Reflexionó. Tenía que encontrar el modo de aligerarse de todo lo oneroso.
Tomó como punto de partida la ligereza y la libertad de prescindir del bolso. Empresa poco menos que imposible desde su punto de vista actual. Había contemplado con admiración punto menos que envidiosa que las jovencísimas prescindían de cualquier tipo de engorro que coartase su libertad de movimientos o hubiese que abandonar al albur sobre una silla o en su respaldo para entregarse relajadamente a la danza . Por ejemplo. Una tarjeta de crédito, una de transporte y como mucho el móvil. O solo el móvil con todas las tarjetas incorporadas. Ole ,ole y olé.
Comparó detenidamente ese avío con el suyo habitual. El análisis no dejaba lugar a dudas. Para incorporarse a la modernidad había que ir machadianamente ligero de equipaje.
Bueno, ella tendría que añadir las pilas del audífono y su cajita . Y los kleenex. Adonde pretendía ir sin kleenex. La moleskine, oh, dios, la moleskine. Imprescindible desde que los móviles resultan ser tan vulnerables. La barra de labios y el espejito ( si ya sé que la pantalla de los selfis permite eliminar el espejito). Las gotas de los ojos y el inhalador de la tos. Las pastillas de las transgresiones alimenticias. La lista de las intolerancias. El cepillito de dientes con su pasta mini y su colutorio por si se quedaba a comer por el camino.
La cartelera impresa del Metrópoli con la lista de valoración de los distintos críticos que puede resumirse en una porque hay mucha coincidencia. La crucecita pirograbada de los dominicos de la Virgen del Camino, por si hay que tocar madera. Un rosario o dos. Un pendrive. La navajita mini en su funda que traspasaba aduanas. El pañuelo de cuello por si las refrigeraciones. Las gafas de sol y su funda y un sin fin de quisicosas prescindibles.
Su miedo era dejarse en casa tarjetas o carnets que necesitase de repente y al no llevarlas encima se viese obligada a volver. Amen de no poder lograr algún objetivo parcial.
Pero con el miedo no se va a ninguna parte.
Se propuso salvar solo uno de cada tres y empezó sinceramente y con muy buena intención.
El bolso quedaba mucho mas ligero y manejable con un “alijo” menor. Su espalda se lo agradecería. Y realmente en muchos de sus desplazamientos no iba a necesitar tanto “porsiacaso”. Y comenzó con verdadera intención de conseguirlo. Persistió hasta completar el ensayo.
Miró con nostalgia el montón de los avíos prescindibles. No!. Imposible!. No! y No!.
Aceptaba ser una antigua, una neurótica y una ciudadana escorada por el peso del Karma. Derrotada coloco el bolso abierto bajo el borde de la mesa Con la mano izquierda hizo un barrido cuidadoso y minucioso empujando cada gadget a su interior.
Cuando los hubo recuperado del todo elevó la mirada y suspiró hondamente. Reconocia su fracaso, pero no sin cierto placer interior
Ella que había desarrollado una técnica infalible anti rateros no podía minusvalorarla ahora.
Iba a seguir transportando heroicamente todos sus achiperres,
Ya sería joven en su próxima reencarnación.
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