Ese camino angosto y serpenteante, alguna vez había sido eso. Un camino para llegar del otro lado. Paso el puente colgante de un sólo carril y apoyo el pie en tierra firme.
Me agacho y agarro un poco de tierra, entre las manos. La levanto cerrada. apretó fuerte y la acerco a mis ojos. La miro. Una y otra vez, antes de abrirla. La abro y soplo, soplo para esparcir la tierra.
Tiene un inconfundible aroma a kinotos y mandarinas. A poco de andar, esos árboles estarán en el camino. Los mismos, que en aquella vieja estación de tren fueron el comienzo del viaje.
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