Siguiente parada «Nunca jamás»

Siguiente parada «Nunca jamás»

Briz Mené

09/08/2019

Resultado de imagen de tren en blanco y negro

Este viaje es un descarrile tras otro y vuelta a la vía, en ese tren que busca la parada de:

Nunca Jamás.

Ese lugar donde los niños son hombres y los adultos pueden ser niños, donde las culpas no te hacen sumergirte en una tormenta de reproches. Y nadie esta por encima de nadie.
Nunca en mi vida me dieron a elegir el tren, ni nadie me preguntó: ¿En qué tren quiere viajar?

Tampoco vi nunca una estación con nombre como:

Una vida Tranquila, Un futuro sin miedo, o Viaje con nosotros a cualquier lugar.

En mi estación de salida solo había un tren y tenía que subir, pues ya se sabe, no es bueno perder el tren.

Las primeras paradas con billete disponible fueron: Búscate la vida, No llores que es de maricas, o Tonto el último.

Elegí viaje, destino: Búscate la vida, tuve suerte el vagón solo estaba a medias, por lo visto el de los homófobos y tontos estaba repleto. El revisor nos colocó en compartimentos según nuestro destino y nos indicó no salir hasta final de destino. Claro que después de viajar un rato ya me había buscado la vida para cargar mi mochila con cosas con valor y las dependencias de moda.

El principio del viaje fue solo mirar aprender y esperar. Primero fueron vías que me llevaban por bonitos parajes pero no me daban mi sustento, pronto empezó la oscuridad, túnel tras túnel las vías parecían descender hasta lo más bajo y ahí sí, encontré entre las sombras y en las noches formas de proveerme de cosas y sustancias unas iban relacionadas a las otras. Casi al final del trayecto me di cuenta de que mi mochila ya estaba llena pero mi organismo me pedía más sustancias. Un día el tren paró. Primer cambio de vías.

Las siguientes parada eran :

Pisa y trepa, Banco a Atracar y como fin de trayecto, Vivir entre barrotes.

Tomás, un compañero de viaje con muchos trayectos en su vida, me pidió que siguiera con él, le dije que no y que por su bien intentara no usar tantas sustancias; él, riendo, me dijo:

—Vale amigo si me sale bien nos veremos en Nunca Jamás.

Nunca había oído de esa estación; me habían nombrando muchas como:

Hipoteca con tres Hijos, Tres Divorcios y un Perro o Sube bien Alto y Cae de Morro.

Me bajé del tren y esperé a ver qué destinos me esperaban en el próximo.

En la estación pude ver varios andenes pero mi tarjeta de embarque era solo para uno.

Me embarqué sin saber qué estaciones me esperaban, los vagones estaban sucios y los viajeros todos tenían esa cara de a mí que me cuentas. Enseguida vino el revisor e insistió en que solo quedaban vagones destino, Rockstar o Político de dudosa respetabilidad. No lo dudé y me dije yo nací para el Rock y entré a saltos en el vagón.

Hoy creo que hubiera sido mejor el otro; los corruptos políticos tienen mas éxitos.

El trayecto fue duro mas bien Heavy, no diré que no disfrutara, pero fueron más las mañanas lamentándome que las noches de gloria. Nunca me arrepentiré de ese trayecto: al bajar tenía un poderoso Gibson y una preciosa chaqueta de serpiente.

Creí estar ya saturado de sustancias y esperé hasta que pasara un tren a Nunca Jamás, pero no, el siguiente tenía tres destinos, Capital City, Sentar la Cabeza o Dios te Perdona.

Desde luego que tenía que haber elegido Sentar la cabeza, pero ese día no fue el indicado (sí, sí, sí, las sustancias) y no podía pedir perdón porque no estaba de nada arrepentido, por lo menos ese día…

Así que subí y me instalé en el vagón de Capital City, con mi chaqueta y mi bajo.

Pronto me di cuenta que en Capital City parecía un personaje sacado de una película de David Lynch, y solo recuerdo finales fatales a sus personajes. Así que con lo aprendido en Búscate la vida me colé en el vagón de sentar la cabeza; sin recordar que me advirtieron: ¨Si coges ese destino tienes que estar libre de sustancias¨.

Fue un largo trayecto y muy complicado, pues tuve que crear dos versiones de mí; fue como ser bipolar a conciencia, con uno conseguía éxito, cariño y estabilidad, con mi otro todo era descontrol, desesperación seguido de la gran depresión como esa que hacía a magnates de todo tipo tirarse del tren en marcha.

Y al final de una noche salté del tren, creí que moriría y no tendría que buscar más estaciones, pero no. No era mi día y caí de pie.

Me esperaba o pasaba en ese momento por las vías un buen samaritano montado en un borrico y me dijo:

—¿Por qué vas de tren en tren?

Contesté sin duda:

—Tengo que buscar un destino; para eso nacemos.

—Te equivocaste, la vida no es elegir una vía rápida a tu destino, tienes que saborear el camino y encontrar tu sitio; nadie tiene que decirte cuál es tu parada.

El anciano se dio la vuelta y no me volvió a mirar.

Empecé a andar y pasé por desiertos, lagos y montañas caminaba sin prisa, observando las cosas bonitas.

Tenia hecho mi camino, y mis pensamientos no sufrían por mi próxima parada; al final un día dejé de andar.

Estaba en mi destino

No era una parada sino un lugar.

Entonces me di cuenta de que volvía a ser un niño y estaba en NUNCA JAMÁS.

Nota, Agradezco en especial a un gran compañero que me aconseja y me ayuda a mejorar.

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