El recuerdo de aquel día llego como si fuese ayer. Él despertaba a su amada con un dulce beso y el anhelo de compartir con ella la maravillosa vista que contenía en si sus raíces, su esencia.
El sol se pronunciaba tímidamente entre las imponentes dunas de arena y en el ambiente una extraña mezcla de un olor agridulce evidenciaba la presencia de una vegetación xerófila que hacia de ese un lugar particular.
Al inicio, ella comenzó ese viaje como un pasatiempo, casi con la actitud de quien simplemente no tiene más por hacer, su soledad la había empujado a vivir constantemente de lugares en lugares, vanos y sin sentido.
Su primer viaje lo había realizado a los diecisiete años, cuando amo por primera vez, fue un viaje cargado de pasión y entrega, de emociones, ilusiones, de deseos y de inexperiencia; un viaje con un desenlace contrario al esperado pero que le dejo el tesoro más preciado que jamás pudo desear.
Fueron muchos los caminos recorridos desde entonces, muchos los lugares adónde viajo, cada uno dejo un cúmulo de experiencias, de aprendizajes y de vacíos.
Así vivió ella, con la certeza de que lo único importante era el aquí y el ahora, con el deseo inmenso de exprimir hasta la última gota del néctar prohibido de la vida. No importaba nada. Importaba todo.
Nunca imagino hacer ese viaje, ni siquiera lo deseaba, en su mente no había cabida para «ese lugar» pues lo que representaba no le generaba atractivo alguno, ella tenia otros sueños, otras ambiciones.
Pero ahí estaba él, de manera tímida e insinuante invitándole a explorar cada recóndito espacio de ese paraje, ofreciéndole un cúmulo de misterios, sorpresas y libertades. Ahí estaba él, verdaderamente mágico.
Y fue así como ella, sin pensarlo, sin desearlo siquiera, se abrió ante la posibilidad de internarse en esa nueva aventura que representaba la puerta hacia un mundo de felicidad, un mundo donde encontraría lo que ella tácitamente siempre busco.
Ella abrió sus ojos y estando entre sus brazos, casi inmediatamente percibió que era ahí adonde quería pertenecer, que era ahí donde quería permanecer, que era ese, precisamente ese, su último y verdadero viaje.
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