En la última presentación que hice de “La Geografía del mar” antes de viajar, una vecina de la zona sur me dio una piedrita y me dijo: “Es para que la dejes en el Mediterráneo, viene de Chubut” Una misión!, pensé. “Y en qué lugar del mediterráneo?”, le pregunté?

“Vos sabrás”, agregó después.

Estuve en Barcelona dos días sin los libros y no sabía qué hacer. Las reuniones no tenían sentido sin el material que había ido a presentar. Decidí que lo mejor era aprovechar el día entero para estar cerca del mar sin más planes ni tareas que “tirar una piedrita”. Me fui hasta Blanes, un pueblo que está al norte de Barcelona y que es el primero de la «Costa Brava».

El tren circula en línea casi paralela a la costa haciendo paradas de algunos segundos en varios pueblos. La playas son lindas pero muy alteradas por la acción humana: las “reconstruyeron” después del período industrial en donde algunas fábricas (muchas de ellas textiles) tiraban sus desechos al mar. Ahora el paisaje es muy lindo pero la franja de arena no tiene sombra y con más de 30 grados es muy difícil quedarse.

En Blanes no me convenía bajarme porque la estación está muy lejos de la playa y fui primero a «Malgrat del mar», una estación antes. Había poca gente pero me decepcioné al no encontrar rocas en la orilla; los huecos de las piedras son los espacios óptimos para que se desarrolle la vida y mi gran deseo era poder ver otra vez peces libres en el agua. Naymé, mi amiga que me alojó en Barcelona, me prestó unas antiparras para toda la cara. Llevaba malla, vestido, gorro para el sol y zapatillas puestas; equipo de mate, billetera, lapicera, una manta liviana, manteca de cacao, ojotas, el tabaco, un encendedor, dos naranjas, una botella de agua fría de medio litro y las «patas de rana» en la mochila.

Almorcé algo liviano en un bar frente a la costa y fui caminando por la playa hacia Blanes. Pasé por una playa nudista y por un camping que tenía medio bloqueado el paso con piedras de escollera. Lo que más me gustó fue una zona que tiene la desembocadura de un río que funciona como Reserva.

Justo un perro había cazado un bicho gigante y una familia trataba de devolverlo. Le saqué una foto:

Blanes tiene un castillo y se los conoce como «el Portal de Costa Brava», lo interesante es que tiene las mismas piedras que se meten abruptamente en el agua pero más chicas. Es un paraíso aunque la franja costera, para mi gusto, está muy urbanizada.

Llegué a ver algo de peces pero se nota que el ambiente está muy afectado por el turismo y la caza artesanal (pescar con arpones está prohibido pero lo hacen igual). En el lugar más cerca de donde vi peces, dejé la piedrita.

La gente que habita el pueblo y quienes lo visitan tienen un buen poder adquisitivo; o al menos, da esa impresión: muy cheto todo, muy «pijo» como dicen allá.

La vuelta a Barcelona con un sujeto nudista

Volví a eso de las 20 y pude ver el atardecer en el vagón. Algunos asientos son para compartir entre 4 personas y en frente mío venía un hombre como de unos 50 años. Me preguntó si la yerba usada que había dejado en el mate era marihuana. Le dije: «no!, ojalá ;)» y le conté que era una infusión muy común en varios países del «cono sur» como el té o el café. Se mostró muy interesado y cuando fue a probar le hice la misma advertencia que ya me había tocado hacer varias veces durante mi estadía en Europa: NO toques la bombilla!

(Es muy común que traten de hacerlo pensando que la bombilla es una especie de pajita o sorbete como traen algunos licuados y jugos, pero es distinto: cuesta entender lo que significa que el mate «se lave»).

Me preguntó qué estaba haciendo en Barcelona y le hablé sobre los libros y ahí me contó lo que le había pasado: “A mí me robaron en la playa nudista. Esta remera (señalando una playera marrón que tenía puesta) y esto (señalando una malla muy liviana tipo boxer) me lo prestaron recién. Fue cuando me metí al agua. La mochila se salvó porque se la dejé a una pareja”.

Seguimos hablando y de repente vemos que se le había salido un testículo por abajo del calzoncillo y entonces su piel, que era de color blanca rosada apenas quemada por el sol, cambió a un rojo intenso y se empezó a reír a carcajadas pero regulando el volumen porque había mucha gente en el tren.

Estamos hablando de cosas serias y yo con huevo afuera!! jajajajajajajajajajajaj, me decía.

Y yo que estaba por decirte en qué empresa trabajaba!! jajajajajajajjajajaj

– Y en qué empresa trabajás? le pregunté.

Noooooo. No te voy a decir!!! jajajajajajjajajaj Me viste un huevo! jajajajajajaja

«Ponlo!» «Ponlo en tus libros a esto!», me decía. Y hacía la mímica de la escritura con la mano derecha y con la otra se agarraba el pecho como tratando de contener la risa.

Le costó volver a concentrarse después de ese momento incómodo y ya estaba llegando a mi parada, pero le dio el tiempo para preguntarme cómo podía hacer para comprarme un libro. Le dije que no sabía. Pero insistió: si voy al «Corte Inglés» y lo pido lo tendrán?

No, pero me hacés un gran favor (es necesario para que algo circule mostrar interés en tenerlo).

No sé cómo se llama, ni dónde vive, ni dónde trabaja este sujeto pero me resultó un ser muy simpático que me alegró una parte de mi excursión a Blanes. No sé tampoco si algún día publicaré esto en papel (como él sugirió) pero ya está registrada la historia y me gusta porque tiene algo de «sexo», algo de «drogas», algo de piedras y un poco de humor.

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