Todos los días, al entrar en la oficina, la primera cosa que veo es un reloj de pared. Es un reloj antiguo con una caja de madera oscura y grandes números romanos en su cara blanca. A simple vista, es un objeto común y corriente, pero, si lo observas detenidamente, puedes encontrar una historia en cada rasguño y marca en su superficie.
Según me han contado, el reloj de pared fue un regalo de graduación para el abuelo de mi jefe, quien lo compró en una tienda de antigüedades en París. El abuelo lo mantuvo en su oficina hasta su jubilación, momento en el cual pasó a formar parte del mobiliario de la oficina familiar. Ahora, el reloj marca el tiempo de los días laborales.
La aguja de las horas se mueve lentamente, mientras que la aguja de los minutos se desplaza de manera constante. El sonido del tic-tac es tan regular que, después de un tiempo, se vuelve casi inaudible. A veces, cuando las reuniones son particularmente aburridas, me concentro en su sonido, tratando de encontrar algún patrón o ritmo oculto. Pero no importa cuánto lo intente, nunca encuentro nada.
A lo largo de los años, el reloj ha sido testigo de muchas cosas. Ha visto a mi jefe crecer, a la empresa expandirse y a los empleados ir y venir. También ha sido víctima de algunos accidentes. En una ocasión, una taza de café se derramó sobre su superficie, dejando una mancha permanente en la madera. En otra ocasión, un empleado descuidado lo golpeó con su silla mientras se movía alrededor de la oficina.
Pero a pesar de todas las marcas y rasguños, el reloj de pared sigue siendo un objeto de belleza. A menudo, cuando necesito un momento de paz, me siento en mi escritorio y contemplo su superficie. Me gusta imaginar las historias que podrían contar sus cicatrices y marcas. Me gusta pensar en el abuelo de mi jefe, quien lo mantuvo cuidadosamente durante años, y en todas las personas que han sido testigos de su lento avance a lo largo del tiempo.
A veces, me pregunto si algún día dejará de funcionar. Si eso sucede, espero que alguien lo lleve a reparar, en lugar de simplemente reemplazarlo. Porque el reloj de pared es más que un simple objeto de oficina. Es un vínculo con el pasado y una fuente de calma en el presente.
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