La grandeza de las pequeñas acciones.

Infraordinario:

Que belleza esconde el espejo en esas mañanas en las que no quiero mirarme. En esos días que las sábanas frías me recuerdan porqué un día cerré la puerta y eché la llave a quienes no supieron quedarse.

Una ducha de agua hirviendo ya no hace que sigan escociendo mis heridas. El agua abrasa y se lleva todo lo que hace mucho tiempo dejó de hacerme falta. 

El sabor del café hace que se detenga el tiempo aunque las manecillas del reloj sigan corriendo. Me invaden esos deseos, que un día como sueños los anoté y los dejé arder en el fuego de la chimenea. No sin antes prometerme cumplirlos. Aunque mi vida se vea envuelta en llamas.

Subo el volumen de la música al máximo, para recordarme que estoy despierta. Para no olvidar que sigo viva. Que me quedan muchas canciones por seguir bailando. Aunque no soy una profesional del baile, mas tampoco de la vida.

Ceniceros llenos de colillas junto a promesas no cumplidas de romper con todo lo que me hace daño. Sí, el tabaco es una de ellas. Aunque como un relación de amor y odio, cuesta dejarlo. Pero estoy aprendiendo, sobretodo a darme tiempo y reconocer ante todo, que soy humana.

Demasiados perfumes en mi cómoda y siempre elijo el mismo. Ese que huele a » hoy voy a comerme el mundo». Aunque hayan días que así no lo sienta me disfrazo de un » no hay nada que me lo impida hacerlo».

Nada de tacones, no me hace falta más altura para saber lo grande que soy. Mas si mis botas favoritas, que me anclan a la tierra mientras mi vista apunta al cielo. Así no pierdo la cordura cuando mi fantasía en momentos de locura me hace divagar.

Intento llevar en mi bolso, nada de lo que no se haye en mi alma. Por si algún día lo pierdo, no perderme yo con él. Así como en la vida, cada día liviana de equipaje y cargada de buenas intenciones que me acerquen un poco más  ser quien yo quiero ser.