Infraordinario. Han caído justo los mismos copos de nieve que son necesarios, hielo de agua, agua de hielo, agua purísima y fría, de un blanco nácar y escasamente precipitada, descendiendo sus puntas de cristal como surfeando el viento o lanzadas en paracaídas afilando la vida. Han estampado su imagen, aguantando el parto, como una bola de fuego; deshielo en la fragua, forzando el ciclo vital, caladero de urracas y nieblas de banco. La explosión virgen del invierno. El viejo truco de la estación por parir, los lacados pómulos de una señorita, el abrigo de chinchilla que huele a alcanfor y emperatriz, donde esconde el boleto esquivo, la insolvencia del juego floral, el del politiquillo de provincia que habla bastante, aunque no tiene dicción y no usa la oratoria ni la retórica ni la convicción, pero sí la palada de sal en sus votantes. Agua de borrajas, agua de deshielo, agua de fregar, sucísima y mezquina, agua abarrotada, agua en cubículos, agua estancada… Somos el noventa y tanto por ciento de agua, y somos agua y polvo, y polvo y lodo, el lodo necesita el agua como el agua necesita al lodo. Ahí florecen las flores como paren las mujeres, follan los adolescentes o vuelan los pájaros.
Hace un frío de invierno, el invierno es grande y ultra, gélido. Hacen trizas las migas, el pan es miga, el interior del pan es una brizna de trigo, un pellizco de monja sobre el pupilo, el algodón dulce que amasan los panaderos, la almohada donde acomoda la chocolatina el niño feliz, el niño gordito, el niño ya adolescente, granítico. He pisado una caca y sigo sin suerte. Pero han caído unos copos blanquísimos en esta tarde grisácea y lírica. Quisiera que esa mierda trajera esa especie de suerte que buscan los marineros, y la suerte, y el olimpo cartesiano, ya hace días que partió. Han caído estos pocos copos paupérrimos, y han adornado la hez que yace en los estribos de mi corazón. He desbarrado la pisada en el excremento de pienso o sobras, el acantilado ocre de las huellas que dejamos encima de las cacas que no recoges, de los muslos de pollo que no comes, de los silbidos que son ignorados. He flirteado con la mierda y la tarde me ha correspondido con unos esbirros de copos ligeros, livianos y limpísimos.
He tirado las zapatillas a la basura.
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