Mis hijos son emigrantes. Mis abuelos fueron inmigrantes. Somos una generación que no conoció a sus bisabuelos ni conocerá a sus bisnietos.
Hoy quiero rendir mi homenaje al abuelo Bernardo, ese inmigrante de Odessa que a pesar de su mal castellano dejó en mí el mejor de los mensajes.
Creo que esto es lo que pasó:
– Hoy quiero decirte algo especial, hija mía. Es una hermosa tarde, estamos juntos en esta plaza, testigo de nuestras charlas y de tus primeros pasos: hay un hermoso sol… todo está bien. Sólo que yo no estoy bien, ya tengo cincuenta años, mi corazón está un poco cansado, puede que tenga que hacer un viaje muy largo… y estoy preocupado por ti. Creo que no te entienden. Y uno se siente muy solo cuando no lo entienden. Pero yo creo que encontré la manera de estar siempre contigo. Te voy a regalar este caracol. Cuando me extrañes, o me necesites, toma este caracol, acércalo a tu orejita, cierra los ojos, presta atención y vas a escuchar el ruido del mar; en esa playa que hay dentro de este caracol, voy a estar yo…esperándote siempre.
Este va a ser un secreto entre tú y yo. Ahora vamos a enterrar este caracol al lado de este árbol donde siempre nos sentamos a charlar. Cuando seas mayor y puedas venir solita a la plaza, desentierra nuestro caracol y guárdalo siempre contigo. Seguramente va a estar intacto…como el amor que yo siento por ti.”
No sé si esas fueron exactamente las palabras de mi abuelo, pero eso fue lo que yo entendí. Y tenías razón, abuelo, no me creyeron, hasta que un día, cuando tendría cinco años, cansada de que duden de mí, los llevé a la plaza y ante la mirada incrédula de todos… desenterré mi caracol.
Y así fue como nunca me sentí sola, ni cuando él emprendió su viaje eterno, ni cuando otros seres queridos lo acompañaron, ni cuando mis hijos decidieron probar fortuna en otros continentes, mis amantes en otros brazos, mis editores con otros autores, mis gatos en otros techos.
Mi secreto está en esa playa serena donde siempre he encontrado al abuelo alentándome, enseñándome la fuerza del amor; esa playa tan especial e inmensa…guardada dentro de un pequeño y nacarado caracol.
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