(infraordinario) Cuando cierro los ojos veo una mancha blanca que se diluye como el fogonazo de una bengala en altamar, lentamente. Y detrás de esa oscuridad aparece un latido. Todo mi cuerpo late. El sueño no llega. Las manos se agarrotan y la respiración se acelera. Porque no llega como antes, cuando no era un problema. Ahora tengo que invocarlo, casi conjurarlo, y, así y todo, muchas veces no llega.
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