Es relato infraordinario.
Hoy como todos los días tengo la oportunidad de levantarme, completo mi rutina matutina y me dirijo a la salida a las 5:30 am, se que tomare el mismo camino, el mismo bus con un mismo final, sin embargo, al escuchar el estruendoso cerrar de la puerta observo el cielo que me acompaña todos los días, me quedo perpleja al notar su volubilidad con el cambio de hora, pues, denoto una paleta de grises que pasa a una mezcla de morados con tonos azulados y anaranjados, y comienzo a cuestionarme si es eso lo que veo todos los días; continuo con mi trayecto pero fijándome en las minuciosidades del día a día, siento el viento recorriendo por mi cuerpo, los arboles meciéndose, y los pájaros silbar, sigo caminado y noto la diferencia en el trayecto, ahora hay mas luz, y mas trafico, escucho otras denotaciones; los pitidos, los colores de los autos y el mascullar de las personas; me dirijo a la parada del bus y espero con suma atención a que pase el 742, 330 o B902, cuando ya son las 6:20 lo veo pasar.
Al estar en el bus, me encuentro parada entre el tumulto de la gente, coloco mi atención a la ventana, donde veo arboles, casas y carros, me fijo en aquellas tiendas que antes no había visto, me encuentro con un café que me sorprende por su belleza y peculiaridad, veo gimnasios, parqueaderos y bares, escucho con atención la letra de la musica que ahora he puesto en mi celular, veo el interior del bus, veo a las personas cansadas, agobiadas, molestas o incluso radiantes, todo me parece nuevo a pesar de ser el mismo camino, la perspectiva ha girado 180 grados, he notado que es un camino ambiguo lleno de placeres pequeños y sensaciones tanto armoniosas como caóticas que hacen de mi vida un laberinto impredecible y salvaje, pronto llegare y seguiré con mi trayecto rutinario.
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