(Infraordinario)
Existen los días en que este recuerdo vuelve tan nítido por entre mi agujereada memoria cuando tardo en lavar mis manos con jabón. El jabón entre mis manos con mucha espuma blanca de tanto frotar con mis dedos pequeños. Tanta espuma va cubriendo mis muñecas en medio del lavador de plástico rojo y el caño de agua del jardín de cauchos e higuerillas. Mamá esta concentrada en la cocina, la alfalfa para los conejos y el bochorno del verano.
La espuma continua en crecimiento, cada vez más espesa en mis manitas; hay tanta que se cae por la tierra del jardín. Mojo una vez más el jabón para agitar la espuma hasta la mitad de mi antebrazo, más agua, más jabón, sigo frotando hasta llegar al codo; mi hermana Raquel dice: “Falta más, mira mis guantes: son más redondos y largos. No se nota mi brazo y huelen a lavanda”.
El sol deshace la espuma en unos minutos. El lavador está lleno de agua jabonosa sin embargo usamos más jabón para que no se estropee la blancura de nuestros guantes. Mamá esta preguntando: “¿Terminaron de lavarse la cara y las manos, para comer los duraznos?”
Ante el silencio, se acerca por el jardín diciendo: “¿Qué están haciendo?” Ni volteamos seguimos haciendo más espuma. Ella ya está detrás nuestro pidiendo que saquemos el jabón del lavador y los guantes de espuma se deshacen en el lavador.
OPINIONES Y COMENTARIOS