PEQUEÑAS VISIONES

PEQUEÑAS VISIONES

Bajo las plantas de los pies, ya sentía su imponente presencia. Pronto, asomaría sus azulados ojos brillantes que destacaba desde aquel túnel oscuro por donde acostumbraba a salir. Los ruidos se mezclaban de una manera tan confusa para comprender. Él era así, siempre por las mañanas, tardes o noches, un ser mágico y sin igual recorría toda la ciudad, sobre sus interminables patines. Muchas veces bajé la cabeza para no sentir su paso a mi lado con su fresca ráfaga de viento rozando mis mejillas. Un amigo poco inusual, el cual me dejaba subir a su interior y nunca me hacía daño. Sin más, cogieron mi mano y entramos por uno de sus costados donde se abrió una puerta y como siempre, sus entrañas parecían gelatina con un olor agradable y peculiar. Sentado sobre sus múltiples costillas, echó a volar de nuevo… Esta vez, levanté la mirada para ver por una ventana, -al parecer sus fosas nasales- todo un mundo de cuentos entre castillos de reyes y reinas, bien detallado se observaba a través de esos orificios. ¡Qué guay! Por fin, iba perdiendo ese miedito hacía mi amigo, aunque a veces, parecía que dolía su panza, porque daba saltitos… Fantástico viaje hasta que una suave voz de damisela en auxilio, nos pedía ayuda, mientras nos indicaba el camino hacía su torre cautiva, diciendo: «Próxima parada…» Nuevamente, cogieron mi mano, está vez para bajar de aquel ser encantador; no sin antes, tener la posibilidad, ¡ya sin miedo!, de divisar su majestuoso cuerpo de dragón heráldico mientras se soterraba nuevamente, en su cueva hacía su tierra de líneas coloridas y rombo blanco, rojo y azul… Pude decirle adiós, con una tenue sonrisa mientras sueño con el próximo viaje y ser cómo Sant Jordi ante su valentonado dragón…

Fotografía: Yo ante el gran dragón. 

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