Era de madrugada. No lo sé con certeza, pero la habitación se me antojó diferente. Estos sueños extraños que me suceden están tomando un carácter muy realista, — me dije a mi mismo—. Todavía soñaba, y entonces me sonreí mirándome en el cuarto de baño; ¡increíble!, —dije en pensamiento—, estoy dormido y sé que duermo. Se me antojó que podría salir de la habitación.
Solo la oscuridad rodeaba el lugar, el silencio rasgaba mis oídos. Abrí los ojos que ahora estaban iluminados por el sol de la mañana. La nada, más allá de toda esperanza razonable, me daba los buenos días. De súbito sentí un susto que transitaba por mi estómago hacia el cerebro. Palpé mi cuerpo a la altura del plexo solar. No tenía cuerpo, las manos pasaron a través de un vació escalofriante, y lo peor, no veía las manos. Sentía que era un ente vivo, pero era una entelequia. Cavilé que dormía de nuevo, pero razoné que nada más en la literatura fantástica sueñas que duermes dentro de un sueño y que te despiertas en otro. Entonces eché a andar hacia la quimera de algo; nunca había sentido la sensación real de desplazarme por un sitio inexistente, pues hasta en los sueños los lugares son “existentes”. No creaba ruidos al caminar, mis piernas eran ilusorias. Exclusivamente mi pensamiento me guiaba, pero era un monólogo sin cerebro, sin cabeza. Acaso se podía deliberar una acción en semejantes circunstancias.
Me lancé a las especulaciones más sublimes. —Soy un ser inmaterial.
Las preguntas venían y se iban. ¿Habría más seres como yo? Si no podía verme, solo sentirme, ¿cómo me descubrirían? ¿Podría gritar? ¿Sin boca y sin estómago se pueden emitir sonidos? Reconozco que lo intenté, pero el sonido y las palabras de ¡auxilio!, ¡help!, solamente resonaron en mis adentros. Estaba irremediablemente abandonado en un mundo de soledades perturbadoras.
Pero algo ocurrió. Un lejano sonido como de bombas y metrallas llenó el paraje. Había una guerra, una guerra más… Ucrania había sido atacada.
Y todos, irremediablemente todos, podríamos convertirnos en átomos.
Desperté.
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