INFRAUNIVERSO
Eran las once de la noche; aferrada a mis cálculos o por ellos, había estado todo el día frente a la pantalla inquieta e inquietante de la computadora; su luz azulina, brillante, invadía la penumbra y arrasaba las siluetas de la taza, el lapicero, los apuntes, los retratos, mi sándwich de la tarde sobre el plato, transformado sin que yo recordara cuando, en una servilleta de papel abollada, y a Samuel, mi gato, que vigilaba todo recostado sobre su presa, la mesa ratona. La incansable pantalla, implacablemente, como si tuviera vida propia, cambiaba cifras, ecuaciones, gráficos, imágenes grabadas y en tiempo real de cuerpos físicos intangibles, inimaginablemente lejanos y a la vez mensurables con exactitud por la memoria artificial, absolutamente real. Y todo eso acuciando, poniendo a prueba mi memoria humana de astrofísica, atiborrada por la nucleosíntesis estelar, el cálculo del origen del universo y su antigüedad, la física (relativista, estadística, atómica y la molecular), la mecánica clásica y la cuántica y cuántos saberes más.
Me sorprendió un corte de electricidad, deliberadamente permanecí a oscuras; y entonces dio a luz, tomó vida, la puerta ventana que da al jardín, Me calcé las pantuflas, me arropé con mi saco de lana y salí. Miré primero al horizonte: era un muro negro extenso y continuo, en cuyo borde superior se recortaban las más distintas formas de árboles y arbustos; detrás de él se veía un resplandor amarillento, en el otro pueblo no había corte. Ahí estaba yo; miré hacia arriba y me descubrí bajo un manto aterciopelado y profundamente oscuro, tachonado de diamantes iluminados, brillantes, desde los más grandes a los casi imperceptibles, envuelta en una capa de aire fresco, transformado en rocío sobre el suelo; por debajo de mí, mis pantuflas y ellas apoyadas en la fina gramilla y más por debajo, mi Tierra, flotando en el cosmos. Lentamente, con extremo cuidado retrocedí, me salí de mis pantuflas, quedaron delante de mí, en la oscuridad y sentí la caricia maternal del suelo húmedo y fresco en las plantas de mis pies. Eso era todo, eso había sido siempre todo y siempre lo sería.
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