Una pequeña extinción

Una pequeña extinción

En el parque del Retiro, un hombre que corría cerca del enorme ejemplar de Ahuhuete cayó al suelo. Uno de sus pies parecía anclado a la tierra. Progresivamente ese corredor fue convirtiéndose en un extraño arbusto en donde los brazos se convirtieron en ramas que nacían de un tronco que hace poco tiempo albergaba corazón, pulmones o intestinos. Decenas de personas filmaron su extraña transformación y los vídeos fueron rápidamente compartidos en redes sociales. Nadie se atrevió a tocar a este hombre-arbusto, temerosos de que el contacto con él desencadenara una reacción en cadena en su propio organismo. Nuevos casos de conversión de humanos en todo tipo de animales y plantas se sucedían sin cesar en diferentes partes del mundo. Se pensó que algún grupo terrorista había lanzado al aire nanopartículas o virus modificados genéticamente que contenían enzimas capaces de desprogramar las células de las personas que lo inhalasen o se pusieran en contacto con ellas y las convirtieran en células de otros animales o plantas. Se comentó que era una intoxicación informativa, un montaje y que en realidad esas inauditas transformaciones nunca habían ocurrido. Sin embargo, la tozudez de la realidad acalló rápidamente esa versión. En pocas semanas lo más común era que algún miembro de un grupo de amistades o de un entorno familiar se hubiera transformado en un animal o en una planta. Ningún método parecía poder frenar el proceso cuando se había iniciado y ninguna medida preventiva funcionaba, ni mascarillas, ni permanecer encerrado en un sótano o en un refugio nuclear. Si la ciencia no encuentra respuestas, los supervivientes buscaron respuestas en lo sobrenatural. Se sostenía que era un castigo de Dios, hastiado de que se incumplieran sus leyes en una sociedad materialista que le había dado la espalda. Los pueblos denominados originarios, defendían que la madre tierra había decidido eliminar a la especie que la estaban destruyendo y había quien sostenía que no todo lo que se percibía no era más que un juego de rol, creaciones virtuales de una civilización superior que para pasar de nivel debía hacer desaparecer la especie humana. Sólo teorías, no hubo ni apariciones ni voces, el más allá permaneció en silencio. Esa pequeña extinción del género humano progresó de manera inexorable y la especie pronto desapareció del planeta. La vida en la tierra continuó como si nada hubiera pasado y no hubo una nueva gran extinción hasta millones de años después.

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