Cada tercer día deben limpiar la vitrina porque se llena de polvo. ¿En qué momento la ensuciamos? Qué bueno que nadie puede apreciar nuestro eficaz trabajo en equipo. Miles de partículas viajamos por el aire hasta alojarnos en las superficies. Las ventanas abiertas y el continuo transitar de personas y mascotas, acelera nuestra labor que al parecer, no es otra que ensuciar.

Existe una localidad en Querétaro, México, que nos rinde tributo. En «Polvareda», el viento gran parte del año, nos ayuda a empanizar lo que encontramos a nuestro paso. Causamos muchas molestias, especialmente a la piel y a las vías respiratorias. No sé cómo han podido sus habitantes, acostumbrarse a nuestra nada sutil presencia.  

En las regiones áridas de África septentrional,  de Asia central y de China, nos damos vuelo; quienes  recorren esas zonas, deben usar ropa especial, porque sin piedad,  a través de tormentas, los atacamos.

Somos complejas partículas, enemigas de la higiene. En grandes cantidades o provenientes de plásticos no biodegradables, podemos perjudicar severamente los pulmones. 

Queremos terminar con un dato que, de ser válido, nos reivindica: en la tierra, gracias al polvo de las estrellas, la existencia de los seres vivos es posible.

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