La mayoría de las veces paso desapercibida. Ahí estoy, pero —como no soy muy evidente— casi nadie me determina. Dependo de la luz y de los demás para existir. Soy versátil, cualquier superficie me sirve de escenario. Soy una segunda evidencia. Puedo ser copia fiel o fragmento. Carezco de peso, textura, olor, no así de forma. Imposible que alguien pueda tomarme entre sus manos. Parezco muy sosa, pero mi existencia tiene sentido. Gracias a que algunos me han observado con detenimiento, hoy son posibles, entre otros, la fotografía y el cine.

En repetidas ocasiones, la sombra de mi dueño, ha hecho ladrar a su mascota. Él es sensible, se ha percatado de las sombras de su quinqué y de las de los helechos que se encuentran en la terraza. Me confesó que hoy pudo ver la sombra de sus dedos en la computadora al escribir acerca de mí. Esta noche al fin se dio cuenta de que además de los objetos de su estudio, la acompañan muchas sombras. Mueve  a su antojo el pequeño gato verde de madera, ya no aprecia la cola. Ha desfigurado su sombra y se asombra.

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