Por un desprendimiento de retina inoportuno, he perdido la visión en mi ojo izquierdo.
Contaba con él para la lectura, pues la catarata del derecho me impide ver de cerca.
Añoro los tiempos en que iniciaba la compu y, con solo calzarme los lentes contra la presbicia propia de la edad, podía disponer de aquella a voluntad: escribir fundamentalmente, pero también leer.
Gugleaba a discreción. Devoraba los datos -válidos o no- de Wilkipedia. Me entretenía con algún juego cibernético. Y mandaba, mandaba y recibía, recibía sí, muchos mails que abría inmediatamente y leía con avidez, provinieran de donde proviniesen.
El esfuerzo, y una lupa de gran alcance, suplen las falencias y, aunque con las dificultades del caso, puedo acceder, medianamente, a lo que la tecnología y la informática del presente nos ofrecen.
Navego. He trocado lancha a motor de 55HP, por bote a remos, claro. Pero, puedo hacerlo.
Uso Wilkipedia, pero discriminando lo esencial de lo sutil, y despreciando lo claramente inexacto.
No juego ya, por supuesto, porque prefiero preservar la vista para cosas más importantes, como escribir, desde luego.
Y envío correos. Es imposible pretender incluirse en el mundo de hoy quedándose fuera del internet.
De modo que, con esfuerzo y la lupa, escribo mails y leo los que recibo.
Ahora bien, desde la aparición del trauma ocular, el simple y cotidiano operativo de abrir mi correo y deglutir rápidamente los mails arribados, se ha convertido en algo parecido a una vía congestionada por el tráfico, que obligando a moverse con lentitud o, incluso, a la inmovilidad absoluta, conforma un atolladero que, lejos de disolverse, crece y crece cada vez más.
Mis mails, como vehículos de ignotos conductores detenidos en la carretera, esperan con resignada paciencia -y tal vez, porqué no, inútilmente- que el embotellamiento se destrabe, para continuar fluidamente hacia el destino que tenían trazado de antemano.
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