Caminando por el pasaje del Subte A hacia el de Hospitales se apagaron las luces, ni una miserable lamparita guía. No había visto a nadie. Caminé sin prestar atención, sólo pensando cómo reaccionaría esa abogada chupacirios, ladrona de testamentos … cuando quedamos a oscuras … ¿por dónde andaba? … ¿por el corredor? … ¿sobre el Sarmiento? … ¿o sobre el segundo que lleva a las escaleras para bajar a la estación?
Extendí el brazo, no toqué paredes, boyaba … para protegerme llevé hacia adelante abierta mi mano izquierda cuando otra mano grande, fuerte, tomó a la mía, entrelazó los dedos y ahí nomás tensé el brazo para distanciarlo y con el otro brazo cubrí al cuerpo mientras él tanteaba mi rostro con la mano libre.
De pronto aparecieron las secuencias de la película vista la noche anterior, esa de la joven viuda, turca, acompañada por el cuñado hasta el largo pasadizo que la lleva al Metro, de techo angosto, abovedado. A medio camino sentado sobre el suelo un violinista con su tarrito, más lejos, sobre un recodo, un mendigo. La escena siguiente, un hombre fuerte con campera gris sale de la nada, la ataca por detrás, la voltea, de rodillas le aplasta la cabeza contra las baldosas. Ya los brazos están trabados. Grita, llora, pide auxilio y el hombrón brutalmente la viola. Entre su llanto y sus gritos cambia la escena, ahora semi-parada, encogida por el dolor y llorando ve al tipo tirado sobre las vías con un punzón clavado en la espalda. Las luces del tren cada vez más cerca. En el encuadre siguiente un tipo pintón canoso, sonriente se aleja.
Vuelvo a mí, siento que la mano recorre mi cuello…. ¿será un asesino serial? … va de hombro a hombro. Pienso pegarle adonde más le duele, pero ¿cómo?, está muy cerca no tengo espacio para darle un puntazo. Lo empujo con mi brazo derecho, lo agarra, lo acomoda sobre mi espalda y lo sujeta. Quedamos pegados … la mano sigue bajando, ya pasa de la cintura, recorre la espalda de hombro a hombro y baja … baja … no se detiene …
Volvió la luz y bruscamente me hace girar y nos vemos duplicados reflejados en el vidrio de la propaganda, yo y mi angustia, él huyendo llevando consigo a mi miedo.
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