Fue a mis 5 años, mi hermana menor volaba de fiebre y mi mamá, corriendo como loca, intentaba bajar la temperatura, cocinar y atender la casa a la vez.
Con casi todo bajo control, presa de un susto gritó.
-¡No! ¡Otra vez no!
-¿Qué pasó má?
-Otra vez olvidé comprar el pan…
-¡Yo ya tengo 5, puedo ir sola, soy grande!
Ella sonrió, negó con la cabeza y mirándome con detenimiento y a los ojos me dijo
-Ok princesa.
Notaba que ella estaba muy nerviosa, daba vueltas, sacó de su cartera un billete, me lo entregó.
No encontraría jamás las palabras para describir ese instante…
No solo yo sabía que era grande, sino que mi mamá también lo había notado, me estaba dando un billete para que fuera a comprar sola… me daba la impresión que crecía como 10 centímetros y que mi rostro adoptaba la seriedad de los adultos. Era grande, grande y responsable.
Enumeró una lista de precauciones, que ya sabía de memoria, para que recorriera los 70 metros que nos separaban de la panadería.
Me acompañó hasta la puerta y creo que tuvo la intención de seguirme con la mirada, pero mi hermana volvió a llorar. Me sonrió como angustiada y cerró.
Lo demás no fue tan interesante, recorrí tranquila la cuadra, la panadera me atendió rápido, le pedí con determinación y muy seria el medio kilo de pan, recibí el vuelto que guardé con cuidado y caminé de nuevo a casa. Algunas personas me miraban pero no me detuve ante nada ni nadie.
Me hubiera gustado tocar el timbre pero, aunque acababa de crecer, no era lo suficientemente alta como para alcanzar el botón.
Golpeé y mi mamá abrió casi de inmediato, me sonrió, me abrazó muy fuerte y me felicitó.
Las imágenes siguen dando vuelta en mi cabeza… la panadería, el billete, la cara de mi mamá, mi primer día de grande.
A partir de ese momento empecé a ir seguido a hacer compras en la cuadra, y por supuesto, que luego de un tiempo, ya no fue tan importante ni tan divertido.
Infraordinario.
OPINIONES Y COMENTARIOS