Sus ojos eran azules y brillantes como dos bochones de cristal de esos que ansían tener los varones cuando se juntan en la vereda a jugar a la bolita. Ellas los tenían pegados a la cara para iluminar todo con la mirada. Nunca lloraban y sólo los cerraban cuando las tumbaban para dormir o caían sin querer y sus cuerpos tiesos quedaban alineados al suelo. Era entonces cuando sus párpados en forma automática, dejaban al descubierto una línea espesa de pestañas artificiales.
Busqué en los ojos de mis muñecas la mirada que siempre me negaste,
ellos me devolvieron la esperanza de poder amar algún día.
©2022Susana Brusco
OPINIONES Y COMENTARIOS