El tallo deja de ser esa árida rama que espera a que el recuerdo brote en su cuerpo. Se ha teñido del pigmento cromático de ese lugar, tan diverso en su estar cotidiano como reiterada es la tentativa de mi deseo. El ferrocarril llega. Mi maleta entre las manos. Sentada en el banco leo los ojos de quienes sí peregrinan caminos. Sus respiraciones agitadas conservan el eco radiante de la experiencia, aquella que se ha adherido cual musgo a la húmeda tierra. La semilla germina. Inhalo aire.

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