Frente a la astronave se abre un vacío oscuro e incierto; tras ella quedan, cada vez más lejos, los restos de una Tierra aniquilada. Encogidos en los asientos, envueltos en ropas con olor a azufre, están los pocos afortunados. A lo largo del pasillo se desliza la azafata. Ofrece café y perfumes libres de impuestos.

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