Si mi mamá fuera una ciudad, probablemente sería Tokio; porque un día voló hasta allá y no volvió nunca. No sería fácil encontrarla; tendría que hastiar mis ojos con imágenes contrastantes hasta memorizar cada posible escondite, aprender a leer las runas hasta que la tinta se tatuara en mis dedos, dominar aquel curioso cántico para que me entendiesen al gritar su nombre, adaptarme al ruido, a la gente, al neón, a un hogar con ella.
Pero no te preocupes, mamá, estoy dispuesta a encontrarte.
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