Nunca pude viajar a Venecia, pero aquella noche de abril, al recorrer tu espalda, me sentí deslizando como en góndola, abierta en canal, exploradora; sumergida cual laguna pantanosa alrededor de ti, mar adriático. Rodeada por tus piernas extendidas, a modo de río Po y de Piave;oculta del mundo, como el hueso del dragón en San Donato.
Nunca pude viajar a Venecia, pero aquella noche de abril desde tu Ca’ D’ Oro alquilado, me acordé de Fellini por esa manera tuya, con la que llenas los espacios.
III El viaje que aún no he hecho
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