El viaje, ese ansiado viaje a aquella misteriosa casa, donde revivir a viejos fantasmas que me acompañaron en mi niñez. Esta vez los fantasmas no eran una metáfora, eran o habían sido reales en su momento. Todo lo reales que podían ser para una niña de 6 años. Me preparaba para acariciar su burda piedra, recorrer aquella carretera interminable que no acababa nunca y que al ser recta, aumentaba más la ansiedad de llegar al punto que ya se podía vislumbrar a lo lejos. Al fin, la Masía, mi casa.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS