La llamada de su madre desde Cuba le sorprende.
– ¡Hola mamá!
– ¡Estás bien, mi niña, no te ha pasado nada![Escucha la voz llorosa de su madre].
– Estoy bien mamá. ¿Qué pasa?
– Tu avión acaba de caerse.
– ¿Cómo? Tranquila, cambie el vuelo hace 3 días.
La noticia y las llamadas siguieron todo el día, la culpa y el miedo aún le acompañan. Aunque no ha subido a ese avión el 20 de agosto, todavía le cuesta subir a uno y siente la sensación de que perdió mucho más, perdió la fe y un posible amor.
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