Mi abuelo, el patiquín de la familia, entre las mil mudanzas que emprendió, dejó como legado un diario antes de mudarse con Dios. Allí narró su viaje a la Plaza Baralt de Maracaibo.
Bajo la mirada inquietante de los sansones de la Botica Nueva, caminó mi abuelo y tropezó sin querer con su amada princesa. Entre calles coloniales y balcones de madera, terminaron bajo un minúsculo techo y se detuvo el tiempo.
Anhelo viajar a aquellos tiempos de antaño y abrazar a mi amado patiquín.
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